jueves, 28 de abril de 2016

400 ANIVERSARIO MUERTE DE CERVANTES


MIGUEL DE CERVANTES,  jueves 28 de abril 2016

Retrato de Cervantes atribuido al pintor Juan de Jáuregui


  1. BIOGRAFÍA Y OBRA.



“Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha , y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria”.


Prólogo de las NOVELAS EJEMPLARES











A diferencia de la de su contemporáneo Lope de Vega, quien conoció desde joven el éxito como comediógrafo y poeta y también como seductor, la vida de Cervantes fue ciertamente una ininterrumpida serie de pequeños fracasos domésticos y profesionales, en la que no faltó ni el cautiverio, ni la injusta cárcel, ni la afrenta pública. No sólo no contaba con rentas, sino que le costaba atraerse los favores de mecenas o protectores; a ello se sumó una particular mala fortuna que lo persiguió durante toda su vida. Sólo en sus últimos años, tras el éxito de las dos partes del Quijote, conoció cierta tranquilidad y pudo gozar del reconocimiento hacia su obra, aunque sin llegar nunca a superar las penurias económicas.

Biografía

Cuarto de los siete hijos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá (dinámica sede de la segunda universidad española, fundada en 1508 por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros) entre el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 9 de octubre de 1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia de Santa María la Mayor.

La familia de su padre conocía la prosperidad, pero su abuelo Juan, graduado en leyes por Salamanca y juez de la Santa Inquisición, abandonó el hogar y comenzó una errática y disipada vida, dejando a su mujer y al resto de sus hijos en la indigencia, por lo que el padre de Cervantes se vio obligado a ejercer su oficio de cirujano barbero, lo cual convirtió la infancia del pequeño Miguel en una incansable peregrinación por las más populosas ciudades castellanas. Por parte materna, Cervantes tenía un abuelo magistrado que llegó a ser efímero propietario de tierras en Castilla. Estos pocos datos acerca de las profesiones de los ascendientes de Cervantes fueron la base de la teoría de Américo Castro sobre el origen converso (judíos obligados a convertirse en cristianos desde 1495) de ambos progenitores del escritor.

El destino de Miguel parecía prefigurarse en parte en el de su padre, quien, acosado por las deudas, abandonó Alcalá para buscar nuevos horizontes en el próspero Valladolid, pero sufrió siete meses de cárcel por impagos en 1552, y se asentó en Córdoba en 1553. Dos años más tarde, en esa ciudad, Miguel ingresó en el flamante colegio de los jesuitas. Aunque no fuera persona de gran cultura, Rodrigo se preocupaba por la educación de sus hijos; el futuro escritor fue un lector precocísimo y sus dos hermanas sabían leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas. Por lo demás, la situación de la familia era precaria.

En 1556 Leonor vendió el único sirviente que le quedaba y partieron hacia Sevilla con el fin de mejorar económicamente, pues esta ciudad era la puerta de España a las riquezas de las Indias y la tercera ciudad de Europa (tras París y Nápoles) en la segunda mitad del siglo XVI. A los diecisiete años, Miguel era un adolescente tímido y tartamudo, que asistía a clase al colegio de los jesuitas y se distraía como asiduo espectador de las representaciones del popular Lope de Rueda, como recordaría luego, en 1615, en el prólogo a la edición de sus propias comedias: «Me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y del entendimiento».

En 1551 la hasta entonces pequeña y tranquila villa de Madrid había sido convertida en capital por Felipe II, por lo que en los años siguientes la ciudad quintuplicaría su tamaño y población; llevados nuevamente por el afán de prosperar, los Cervantes se trasladaron en 1566 a la nueva capital. No se sabe con certeza que Cervantes hubiera asistido a la universidad, a pesar de que en sus obras mostró familiaridad con los usos y costumbres estudiantiles; en cambio, su nombre aparece en 1568 como autor de cuatro composiciones en una antología de poemas en alabanza de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fallecida ese mismo año. El editor del libro, el humanista Juan López de Hoyos (probable introductor de Cervantes a la lectura de Virgilio, Horacio, Séneca y Catulo y, sobre todo, a la del humanista Erasmo de Rotterdam) se refiere a Cervantes como «nuestro caro y amado alumno». Otros aventuran, sin embargo, que en el círculo o escuela de Hoyos, Cervantes había sido profesor y no discípulo.

Soldado de Lepanto

En el año de 1569 un tal Miguel de Cervantes fue condenado en Madrid a arresto y amputación de la mano derecha por herir a un tal Antonio de Segura. La pena, corriente, se aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de armas en las proximidades de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió de España ese mismo año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en diciembre de 1569 se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto de un certificado de cristiano viejo (sin ascendientes judíos o moros), y meses después era soldado en la compañía de Diego de Urbina.

Pero la gran expectativa bélica estaba puesta en la campaña contra el turco, en la que el Imperio español cifraba la continuidad de su dominio y hegemonía en el Mediterráneo. Diez años antes, España había perdido en Trípoli cuarenta y dos barcos y ocho mil hombres. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza, y el 7 de octubre, comandadas por el hermanastro bastardo del rey de España, Juan de Austria, las huestes españolas vencieron a los turcos en la batalla de Lepanto. Fue la gloria inmediata, una gloria que marcó a Cervantes, el cual relataría muchos años después, en la primera parte del Quijote, las circunstancias de la lucha. En su transcurso recibió el escritor tres heridas, una de las cuales, si se acepta esta hipótesis, inutilizó para siempre su mano izquierda y le valió el apelativo de «el manco de Lepanto» como timbre de gloria.



La batalla de Lepanto

Junto a su hermano menor, Rodrigo, Cervantes entró en batalla nuevamente en Corfú, también al mando de Juan de Austria. En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus poemas y de la que tuvo un hijo, Promontorio. Es posible que pasara por Génova a las órdenes de Lope de Figueroa, puesto que la ciudad ligur aparece descrita en su novela ejemplar El licenciado Vidriera, y finalmente se dirigiera a Roma, donde frecuentó la casa del cardenal Acquaviva (a quien dedicaría La Galatea), conocido suyo tal vez desde Madrid, y por cuya cuenta habría cumplido algunas misiones y encargos.

Fue ésta la época en que Cervantes se propuso conseguir una situación social y económica más elevada dentro de la milicia mediante su promoción al grado de capitán, para lo cual obtuvo dos cartas de recomendación ante Felipe II, firmadas por Juan de Austria y por el virrey de Nápoles, en las que se certificaba su valiente actuación en la batalla de Lepanto. Con esta intención, Rodrigo y Miguel de Cervantes se embarcaron en la goleta Sol, que partió de Nápoles el 20 de septiembre de 1575, y lo que debía ser un expedito regreso a la patria se convirtió en el principio de una infortunada y larga peripecia.

El cautiverio en Argel

A poco de zarpar, la goleta se extravió tras una tormenta que la separó del resto de la flotilla y fue abordada, a la altura de Marsella, por tres corsarios berberiscos al mando de un albanés renegado de nombre Arnaute Mamí. Tras encarnizado combate y la consiguiente muerte del capitán cristiano, los hermanos cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación salvaron la vida a Cervantes, pero serían, a la vez, la causa de lo prolongado de su cautiverio: Mamí, convencido de hallarse ante una persona principal y de recursos, lo convirtió en su esclavo y lo mantuvo apartado del habitual canje de prisioneros y del tráfico de cautivos corriente entre turcos y cristianos. Esta circunstancia y su mano lisiada lo eximieron de ir a las galeras.

Argel era en aquel momento uno de los centros de comercio más ricos del Mediterráneo. En él muchos cristianos pasaban de la esclavitud a la riqueza renunciando a su fe. El tráfico de personas era intenso, pero la familia de Cervantes estaba bien lejos de poder reunir la cantidad necesaria siquiera para el rescate de uno de los hermanos. Cervantes protagonizó, durante su prisión, cuatro intentos de fuga. El primero fue una tentativa frustrada de llegar por tierra a Orán, que era el punto más cercano de la dominación española.

El segundo, al año de aquél, coincidió con los preparativos de la liberación de su hermano. En efecto, Andrea y Magdalena, las dos hermanas de Cervantes, mantuvieron un pleito con un madrileño rico llamado Alonso Pacheco Pastor, durante el cual demostraron que debido al matrimonio de éste sus ingresos como barraganas se verían mermados, y, según costumbre, obtuvieron dotes que fueron destinadas al rescate de Rodrigo, quien saldría de Argel el 24 de agosto de 1577. Los hermanos pudieron despedirse pese a haber fracasado el segundo intento de fuga de Miguel, que se salvó de la ejecución gracias a que su dueño lo consideraba un «hombre principal».

El tercer intento fue mucho más dramático en sus consecuencias: Cervantes contrató un mensajero que debía llevar una carta al gobernador español de Orán. Interceptado, el mensajero fue condenado a muerte y empalado, mientras que al escritor se le suspendieron los dos mil azotes a los que se le había condenado y que equivalían a la muerte. Una vez más, la presunción de riqueza le permitió conservar la vida y alargó su cautiverio. Esto sucedía a principios de 1578.

Finalmente, un año y medio más tarde, Cervantes planeó una fuga en compañía de un renegado de Granada, el licenciado Girón. Delatados por un tal Blanco de Paz, Cervantes fue encadenado y encerrado durante cinco meses en la prisión de moros convictos de Argel. Tuvo un nuevo dueño, el rey Hassán, que pidió seiscientos ducados por su rescate. Cervantes estaba aterrado: temía un traslado a Constantinopla. Mientras tanto su madre, doña Leonor, había iniciado trámites para su rescate. Fingiéndose viuda, reunió dinero, obtuvo préstamos y garantías, se puso bajo la advocación de dos frailes y, en septiembre de 1579, entregó al Consejo de las Cruzadas cuatrocientos setenta y cinco ducados. Hassán retuvo a Cervantes hasta el último momento, mientras los frailes negociaban y pedían limosna para completar la cantidad. Por último, el 19 de septiembre de 1580, fue liberado, y tras un mes en el que para limpiar su nombre pleiteó contra Blanco de Paz, se embarcó para España el 24 de octubre.

Retorno a la patria

Cinco días más tarde, después de un lustro de cautiverio, Cervantes llegó a Denia y volvió a Madrid. Tenía treinta y tres años y había pasado los últimos diez entre la guerra y la prisión; la situación de su familia, empobrecida y endeudada con el Consejo de las Cruzadas, reflejaba en cierto modo la profunda crisis general del imperio, que se agravaría luego de la derrota de la Armada Invencible en 1588. Al retornar, Cervantes renunció a la carrera militar, se entusiasmó con las perspectivas de prosperidad de los funcionarios de Indias, trató de obtener un puesto en América y fracasó. Mientras tanto, fruto de sus relaciones clandestinas con una joven casada, Ana de Villafranca (o Ana de Rojas), nació una hija, Isabel, criada por su madre y por el que aparecía como su padre putativo, Alonso Rodríguez.

A los treinta y siete años, Cervantes contrajo matrimonio; su novia, Catalina de Salazar y Palacios, era de una familia de Esquivias, pueblo campesino de La Mancha. Tenía sólo dieciocho años; no obstante, no parece haber sido una unión por amor. Meses antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de Jacopo Sannazaro ochenta años atrás. El editor Blas de Robles le pagó 1.336 reales por el manuscrito.

Esta cifra nada despreciable y la buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a escribir comedias, aunque sabía que mal podía competir él, todavía respetuoso de las normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega, dueño absoluto de la escena española. Las dos primeras (La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim, escritas hacia 1585 y desaparecidas ambas) obtuvieron relativo éxito en sus representaciones, pero Cervantes fue vencido por el “vendaval Lope”, y a pesar de las veinte o treinta obras compuesta en esta etapa (de las que sólo conocemos nueve títulos y dos textos, Los tratos de Argel y Numancia), alrededor de 1600 había dejado de escribir comedias, actividad que retomaría al fin de sus días.

Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su residencia en Esquivias, pero solía visitar Madrid solo; allí alternaba con los escritores de su tiempo, leía sus obras y mantenía una permanente querella con Lope de Vega. En 1587 ingresó en la Academia Imitatoria, primer círculo literario madrileño, y ese mismo año fue designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para la Armada Invencible. También este destino le fue adverso: en Écija se enfrentó con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue excomulgado; en Castro del Río fue encarcelado (1592), acusado de vender parte del trigo requisado. Al morir su madre en 1594, abandonó Andalucía y volvió a Madrid.

Pero las penurias económicas siguieron acompañándole. Nombrado recaudador de impuestos, quebró el banquero a quien había entregado importantes sumas y Cervantes dio con sus huesos en prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció cinco meses. En esta época de extrema carencia comenzó probablemente la redacción del Quijote. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa, sus hermanas y su aguerrida hija natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a Valladolid, hasta que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid.

El Quijote

En 1605, a principios de año, apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Su autor era por entonces un hombre enjuto, delgado, de cincuenta y ocho años, tolerante con su turbulenta familia, poco hábil para ganar dinero, pusilánime en tiempos de paz y decidido en los de guerra. La fama fue inmediata, pero los efectos económicos apenas se hicieron notar. Cuando en junio de 1605 toda la familia Cervantes, con el escritor a la cabeza, fue a la cárcel por unas horas a causa de un turbio asunto que sólo tangencialmente les tocaba (la muerte de un caballero asistido por las mujeres de la familia, ocurrida tras ser herido aquél a las puertas de la casa), don Quijote y Sancho ya pertenecían al acervo popular.



Don Quijote enloquece leyendo libros de caballerías

(Ilustración de Gustave Doré, 1863)




Su autor, mientras tanto, seguía pasando estrecheces. No le ofreció respiro ni siquiera la vida literaria: animado por el éxito del Quijote, ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, a la que también pertenecían Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Era ésta costumbre de la época, que ofrecía a Cervantes la oportunidad de obtener algún protectorado.

En aquel mismo año se firmó el decreto de expulsión de los moriscos y se acentuó el endurecimiento de la vida social española, sometida al rigor inquisitorial. Cervantes saludó la expulsión con alegría, mientras su hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa. Fueron años de redacción de testamentos y contiendas sórdidas: Magdalena había excluido del suyo a Isabel en favor de otra sobrina, Constanza, y Cervantes renunció a su parte de la finca de su hermano también en favor de aquélla, dejando fuera a su propia hija, enzarzada en un pleito interminable con el propietario de la casa en la que vivía y en el que Cervantes se había visto obligado a declarar a favor de su hija.

A pesar de no conseguir siquiera (como tampoco lo logró Góngora) ser incluido en el séquito de su mecenas el conde de Lemos, recién nombrado nuevo virrey de Nápoles (el cual, sin embargo, le daba muestras concretas de su favor), Cervantes escribió a un ritmo imparable: las Novelas ejemplares vieron la luz en 1613; el Viaje al Parnaso, en verso, en 1614. Ese mismo año lo sorprendió la aparición, en Tarragona, de una segunda parte espuria del Quijote escrita por un tal Avellaneda, que se proclamó auténtica continuación de las aventuras del hidalgo. Así, enfermo y urgido, y mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), acabó la segunda parte del Quijote, que se imprimiría en el curso del mismo año.

A principios de 1616 estaba terminando una novela de aventuras en estilo bizantino: Los trabajos de Persiles y Sigismunda. El 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...».

Unos meses antes de su muerte, Cervantes había tenido una recompensa moral por sus penurias e infortunios económicos: uno de los censores, el licenciado Márquez Torres, le envió una recomendación en la que relataba una conversación mantenida en febrero de 1615 con notables caballeros del séquito del embajador francés: «Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?". Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza: "Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo"».

En efecto, ya circulaban traducciones al inglés y al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes supo que con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Supo también que introducía el género de la novela corta en castellano con sus Novelas ejemplares y sin duda adivinaba los ilimitados alcances de la pareja de personajes que había concebido. Sus contemporáneos, si bien reconocieron la viveza de su ingenio, no vislumbraron la profundidad del descubrimiento del Quijote, fundación misma de la novela moderna. Así, entre el 22 y el 23 de abril de 1616, murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir, fue enterrado en el Convento de las Trinitarias Descalzas, en la entonces llamada calle de Cantarranas. A principios de 2015, un grupo de investigadores que se había propuesto localizar su tumba encontró un ataúd con las iniciales "M.C.", pero el examen de su contenido reveló que no podía ser el del escritor. En marzo del mismo año, los estudiosos concluyeron que sus restos mortales se hallaban en un enterramiento en el subsuelo de la cripta, mezclados tras un traslado con los de otras dieciséis personas.

Las fuentes del arte de Cervantes como novelista son complejas: por un lado, don Quijote y Sancho son parodia de los caballeros andantes y sus escuderos; por otro, en ellos mismos se exalta la fidelidad al honor y a la lucha por los débiles. En el Quijote confluyen, pues, realismo y fantasía, meditación y reflexión sobre la literatura: los personajes discuten sobre su propia entidad de personajes mientras las fronteras entre delirio y razón y entre ficción y realidad se borran una y otra vez. Pero el derrotero de Cervantes, que asistió tanto a las glorias imperiales de Lepanto como a las derrotas de la Invencible ante las costas de Inglaterra, sólo conoció los sinsabores de la pobreza y las zozobras ante el poder. Al revés que su personaje, no pudo escapar nunca de su destino de hidalgo, soldado y pobre.

[Fuente: LA ENCICLOPEDIA BIOGRÁFICA EN LÍNEA]


2. LA ESPAÑA DE CERVANTES

Cervantes vive en una época en que España pasa de los triunfos militares a la decadencia. Pese a que sigue su empresa de conquista en América, sus enemigos en Europa, especialmente Inglaterra y Francia, son cada vez más poderosos. España se ha convertido en la defensora del catolicismo frente a los protestantes, y se enfrenta, además, a la amenaza de los turcos en el Mediterráneo: En 1571, Cervantes participó precisamente en un episodio de ese conflicto: la batalla de Lepanto, algo de lo que siempre se sintió orgulloso. Pero esa victoria se vio ensombrecida por el desastre de la Armada Invencible en 1588, que suele considerarse el inicio de la decadencia de España como gran potencia.
La sociedad se dividía, entonces, en tres clases diferenciadas. En la parte superior de la pirámide encontramos a la nobleza, desde los grandes nobles a los hidalgos, como lo era el mismo don Quijote; viven de sus rentas y consideran vergonzoso trabajar con sus manos. Después tenemos a los eclesiásticos, que se encargan de la educación y del control del pensamiento por medio de la Inquisición. Por último, los plebeyos, cargados de impuestos y muchas veces empujados a la pobreza y a la delincuencia. Era, por tanto, una sociedad en crisis.
Pese a todo, la literatura y el arte fueron excepcionales durante los llamados Siglos de Oro. Cervantes conoció de primera mano el Renacimiento durante su estancia en Italia, y siempre fue fiel a su ideal de búsqueda de la belleza a través de la armonía y la sencillez. Pero poco a poco la estética fue cambiando y el arte empezó a complicarse, a buscar el efecto del contraste y de la sorpresa, a preocuparse por la forma tanto o más que por el contenido. Ese nuevo movimiento se denominaría posteriormente Barroco.
Hoy suele interpretarse que el Quijote tiene más de barroco que de renacentista, aunque lo más justo sería decir que comparte rasgos de las dos estéticas


Cervantes en su época

La obra de Cervantes en su conjunto constituye uyna moral de su época. En ella, se denuncia la violencia en todas sus formas, se celebra la libertad, se combate la arbitrariedad y la ignorancia, se reivindica la equidad, se ataca la corrupción y se satirizan los abusos de las instituciones de represión civiles o religiosas. 

El hambre

La España de Cervasntes es eminentemente agrícola. Los campesinos, aplastados por los impuestos reales, eclesiásticos y nobiliarios, arrastran una vida miserable. La Iglesia y la nobleza se reparten el 97% de la propiedad, que, en su gran mayoría, está constituida por mayorazgos en buena parte sin trabajar. Cervantes criticará los mayorazgos en boca de Sancho, y cuando mande a éste a gobernar la ínsula le impondrá el deber de perseguir al ocioso y proteger al que trabaja.

La inflación era tan grande que el pan costaba carísimo. El rey permanecía indiferente ante el desajuste de precios y salarios, pero el reformador Cervantes hace decir al DQ en una carta a Sancho que "debe de procurar la abundancia de los mantenimientos, que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que el hambre y la carestía." La conciencia de Cervantes es tal, que es el primero en convertir la reivindicación económica en materia literaria.

El denominador común de la época es la necesidad, y su consecuencia natural, es el delito. La necesidad determina a Sancho hacerse escudero de DQ, al soldado a ir a la guerra, al padre de Cervantes a ir dos veces a la cárcel y al propio Cervantes a tomar dinero de las recaudaciones e ir a la cárcel, en dónde se engendró el Quijote.

Con la Iglesia hemos topado

Para la Iglesia la sociedad era perfecta puesto que es obra de Dios, y el escritor debe acatarla como es. Pero Cervantes no acepta ese papel de sumisión y de resignación que se asigna a cada cual ni la función que se impone al escritor. Para él, el dogma católico no es incompatible con la justicia y la equidad en este mundo: “ha de tener mucho de dios el que se viniere a contentar con ser pobre”. Y reivindica: “se nos han de remunerar a cada cual según sus méritos”.
Al reivindicar procura con su obra velar  por que sean respetados los derechos que cada uno tiene adquiridos por el hecho de ser hombre y los méritos contraídos en función de lo que aporta a la comunidad.

Nacido en 1547, Cervantes, desde su más tierna infancia, que ha transcurrido en la mayor miseria,
ha vivido la atmósfera de terror imperante ocasionada por una Inquisición que quema o persigue a ilustrados humanistas acusados de luteranismo y aparecen los índices de libros prohibidos. Ambas cosas condicionaron la vida cultural española y contribuyeron al aislamiento y a la fosilización intelectual. No obstante el temor a la Inquisición, Cervantes tendrá la habilidad de escribir como un humanista y de juzgar la realidad de su tiempo sorteando la censura del momento que era triple: la previa, ejercida por los que concedían la licencia de imprimir, la segunda, doctrinal que dependía del Santo Oficio, y la tercera, la que había de imponerse el que escribía con la intención de publicar y estaba dictada por el temor de posibles acusaciones.

La acción inquisitorial comprendía la quema de libros, la prohibición de una obra y la expurgación.
La pena menor era la excomunión. La Celestina, El Libro de Buen Amor, Miguel Servet, Santa Teresa de Jesús,... serán sus víctimas. El Concilio de Trento, en 1653, robustecerá la autoridad de rey y el poder de la Inquisición española y convertirá la literatura y la ciencia en servidores de la teología y  la moral. La realeza tendrá origen divino y se descargará, por tanto, de cualquier responsabilidad.
El Concilio de Trento enterró el Renacimiento y la literatura, el arte y la ciencia serán instrumentos de propaganda de la Iglesia y deberán contribuir al mantenimiento de la moral cristiana.
Se prohíbe la música teatral y popular y en el barroco, la literatura y el arte respaldan el orden existente,crean mitos que distraigan de los problemas de la vida real.
 
En la España del siglo de oro las ocupaciones intelectuales, la simple cultura llegan a hacerse tan sospechosas que según el humanista Juan de Mal Lara “es señal de nobleza de linaje no saber escrevir su nombre”.
Cervantes expresará su disconformidad con la Inquisición mezclando muchas veces las burlas con las veras como en el auto de fe (El Quijote, II-XLIV) y en la quema de libros. Como consecuente humanista, defenderá implícita y explícitamente la libertad de conciencia, la manera más rotunda de condenar al Santo Oficio.

La literatura y el escritor (Teoría literaria)
  • De la lectura de su obra se deduce un conjunto de preceptos que forman su teoría literaria.
  • El prólogo a la primera parte del Q. Contiene una sátira contra la erudición gratuita, contra la copia servil de los modelos, contra todo lo que va en detrimento de la originalidad y la verdad.
Cervantes recuerda que las ideas de un autor son la expresión de su postura ante la sociedad en que vive.
  • En cuanto a su intención expresa de satirizar o parodiar los libros de caballerías, los tiros deCervantes van,  por un lado, contra su carácter de entretenimiento ocioso para ociosos (esos que “ni quieren, ni deben, ni pueden trabajar”), y, por otro, su falsedad: son sartas de mentiras, engaño grosero y atentan contra la verdad histórica “por ser falsos y embusteros y fuera del trato que pide la común naturaleza” y dan ocasión “a que el vulgo ignorante venga a creer y a tener por verdaderas tantas necedades como contienen.” 

    Concebida la literatura en un sentido social, utilitario, Cervantes juzga perjudiciales los LC por la confusión que crean y porque distraen a los hombres de los verdaderos problemas. Lo que realmente persigue Cervantes es combatir la literatura de evasión, por eso salva de la quema el Tirant lo Blanc, porque su autor introdujo en él  la realidad histórica y social y la enjuició con sentido crítico.
  •  Por eso se muestra igual de virulento contra la literatura pastoril de la que sólo escapa La Diana de Montemayor. Al género lo llama “máquina de enredos” y dice que “mal por mal, mejor es ser caballero andante que pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo”. Le acusa también de ser enemigo de la verdad histórica.  
  • El arte y la historia, la obra y la vida son inseparables. Lo que busca Cervantes es enseñar y deleitar y ello le obliga a crear nuevos géneros o a modificar los existentes, que habían nacido para escapar a la realidad y no para ponerla al desnudo como él quiere. El escritor ha de partir de la verdad, que sirve de sustento a la experiencia y es enemiga del disimulo, del silencio o de la ignorancia. Aristóteles decía que, para que una obra pueda influir en el ánimo de los hombres, ha de enseñar deleitando, imitar a la naturaleza y presentar las cosas con verosimilitud. Cervantes sigue la Poética de Aristóteles, pero, mientras que esta había sido elaborada pensando en la obra dramática, Cervantes la pone en práctica en un género nuevo, a partir de la epopeya: la novela. (Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana).
    La imaginación debe estar al servicio del entendimiento, la invención, al servicio de la verdad e imitar no significa copiar, sino interpretar lo que se ve.

     [Olmos García, Francisco: Cervantes en su época. Madrid: Ricardo Aguilera Editor, 1970]



 

La creación de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes se sitúa dentro del Siglo de Oro de la literatura española entre los siglos XVI y XVII. Esta época se caracteriza por escritores como Lope de Rueda y Orlando de Ariosto, autores de escritos entre preceptos clasicistas y libertades lopescas.

Miguel de Cervantes busca constituir un modelo formal de un tipo de narrativa con fines educativos y morales.

En El Quijote Cervantes parte de un género ya conocido como lo son las novelas de caballería, pero al escribirla llegará a un nuevo estilo más complejo. Aun así será abierta para el entendimiento de todos.

Cervantes pone en el libro el contraste que existe entre la mentalidad de caballero de la época y el papel que, en realidad, exigido por la sociedad, la triste realidad que el escritor vivió.

Cervantes se encuentra entre los grandes humanistas, como Francisco de Quevedo, que se atreven a criticar la injusta e ineficaz sociedad que los rodea, usando la sátira y la ironía como armas acusando. Miguel de Cervantes se une a esta nueva forma de expresar lo que pensaba. Estas son las raíces de la novela moderna creada por eruditos humanistas.


Éxito e influencia del Quijote


El Quijote obtuvo un gran éxito desde el momento de su aparición. En vida de Cervantes llegaron a publicarse dieciséis ediciones y más tarde se le fue traduciendo a todos los idiomas. Pero si el éxito ha sido constante desde entonces, cada época lo ha interpretado desde un punto de vista distinto: mientras el siglo XVII solo lo vio como un libro extraordinariamente divertido, el romanticismo lo consideró como un símbolo de la lucha entre el idealismo y la realidad.

Su influencia sobre el género narrativo ha sido decisiva: los grandes novelistas del siglo XIX – Flaubert, Dickens, Tolstoi, Galdós - consideraron a Cervantes el creador de la novela moderna.


Algunos ejemplos de la influencia de Cervantes en la literatura inglesa son:

-          Jane Austen, Northanger Abbey

-          Sterne, Tristan Shandy

-          Tobias Smollet

-          R. Fielding, Tom Jones

-          Samuel Butler



Siglo de Oro de la Literatura Española

Desde el reinado de los Reyes Católicos al de Carlos III, es decir, entres los siglos XVI y XVII se desarrollan en España dos movimientos artísticos: El Renacimiento y el Barroco.
El Renacimiento es el resurgimiento de la cultura grecorromana: el antropocentrismo, la búsqueda del equilibrio, la armonía y la proporción. Es decir, el triunfo de las nuevas idas humanistas.
El Barroco es lo contrario del Renacimiento, se trata de la desconfianza hacia la naturaleza, los sentidos y el humanismo. Un regreso a lo exagerado, paradójico y sorprendente.



La prosa renacentista puede ser de dos tipos:

1. Prosa didáctica:

a) El diálogo: modelo formal vinculado a la difusión de la ideología erasmista, Alfonso de Valdés y Juan de Valdés.

b) Miscelánea: tratan temas variados, Fray Antonio de Guevara.

c) La historiografía: nace debido al interés renacentista en conocer la historia nacional, Bartolomé de las Casas y Hernán Cortés que participaron en los hechos que narran.

2. Prosa narrativa, la novela:

Son narraciones breves que presentan personajes, lugares, tramas, tiempo y narrador.
Entre las novelas idealistas están las obras de caballerías o moriscas.
Entre las novelas realistas están las picarescas.


Cervantes escribió utilizando diversos géneros y estilos de arte renacentista:
- poesía: Viaje al Parnaso,  escrita en tercetos donde se cuenta la historia de una batalla naval entre los escritores buenos contra los malos.
- teatro: Trato de Argel y El cerco de Numancia.
- novela, “La Galatea”, “Los trabajos de Persiles y Sigismunda” y “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”.

- novelas cortas: Las novelas ejemplares




3. EL QUIJOTE. Capítulo 42, segunda parte


Consejos espirituales (:el temor a Dios, autoconocimiento, la humildad del linaje, la sangre se hereda, actitud recomendada hacia los parientes, si trajeres a tu mujer, si acaso enviudares, la ley del encaje, la equidad, el peso de la misericordia, el enemigo rinde cuentas ante la justicia, justicia para una mujer hermosa, castigar con obras o palabras, muéstrate piadoso y clemente.


Consejos segundos (capítulo 43): limpieza y orden corporal, el vestido, dar librea, el aliento y la villanería, habla con reposo, el comer, el beber y costumbres en la mesa, los refranes, el andar a caballo, el sueño, jamás disputes sobre linajes.



4. LAS NOVELAS EJEMPLARES.


Características: el  significado ambiguo de “ejemplares”, la influencia de Italia y el Renacimiento, lo realista, lo costumbrista, lo picaresco, el humor y la ironía, el enredo y la ambigüedad.

Clasificación:

  1. Novelas en las que predomina el tono idealista y la influencia italiana: El amante liberal, Las dos doncellas, La señora Cornelio, La española inglesa, La fuerza de la sangre
  2. Novelas a mitad de camino entre lo italiano y lo realista: La gitanilla, La ilustre fregona, El celoso extremeño
  3. Las realistas: Rinconete y Cortadillo, El casamiento engañoso, El coloquio de los perros
  4. El licenciado Vidriera


La gitanilla (1613): ¿novela idealista o realista?, significado del nombre de “Preciosa”, imagen de la mujer, mundo gitano, identidad y cohesión social, manifestaciones del amor (romántico y pasión), el poder de la palabra y el dinero, recurso de anagnórisis o reconocimiento, poesía y textos descriptivos, utilización de un cuento del folklore popular.


Rinconete y Cortadillo (1613):

-          crítica de la sociedad hipócrita y decadente de la época en la que el pícaro se encuentra muy a gusto, simbolizado en las normas de comportamiento de Monipodio

-          excelente retrato de la marginación y la sociedad de la época; ambiente de los bajos fondos y hampa de Sevilla

-          narrada en 3ª persona, no utiliza la primera persona como en el resto de la ficción picaresca, para conseguir una visión más completa de la realidad que si estuviera escrita en primera persona

-          dos protagonistas frente a la soledad del protagonista de otras novelas picarescas: en ese ambiente tan sórdido la amistad de Rinconete y Cortadillo les ayuda a sobrevivir (Don Quijote y Sancho, Diego y Tomás en La ilustre fregona)

-          azar frente a determinismo de otros pícaros, los dos amigos de encuentran por acaso; no hay influencia de la familia si no que actúan libremente; tampoco hay deseo de justificación ni arrepentimiento

-          alternancia campos de la Mancha y sociedad urbana de Sevilla

-          fuerza arrolladora del lenguaje, especialmente en las descripciones de personajes y ambientes



5. CERVANTES Y SHAKESPEARE


-          Ambos son creadores de mitos literarios universales: Don Quijote, Sancho, Hamlet, Romeo y Julieta, etc.

-          Ambos vivieron épocas y reinados con fuertes tensiones políticas, religiosas y sociales

-          Ambos fueron muy populares en vida, sus obras muy famosas pero no murieron ricos

-          Ambos tuvieron una relación difícil con el poder establecido a pesar de que ambos intentaron beneficiarse de él

-          Ambos analizan y presentan al ser humano en su totalidad, con sus miserias, bajezas, contradicciones y pasiones. Sin embargo, la mirada de Cervantes es más irónica y a la vez más comprensiva, menos severa

-          Ambos utilizan la figura del loco para expresar grandes verdades

-          Ambos incorporan a sus obras personajes de todas las clases sociales

-          Ambos utilización el lenguaje de forma maravillosa. Sin embargo, Shakespeare utiliza un lenguaje más poético en los personajes de la clase social alta.

-          Ambos aportan una imagen de la mujer mucho más avanzada de lo que corresponde a su tiempo

-          En cuanto a la localización de sus obras Cervantes apenas se mueve de la Península mientras que Shakespeare salta en el tiempo y en el espacio desde el mundo clásico a su momento histórico

-          Cervantes es el creador de la novela moderna, Shakespeare lo es del teatro.



Shakespeare no es Cervantes, Alberto Manguel (EL PAÍS, Babelia, 16.04.16)

Nuestra aptitud para ver constelaciones de estrellas distantes entre sí y por lo general muertas se vuelca en otras áreas de nuestra vida sensible. Agrupamos en una misma cartografía imaginaria hitos geográficos disímiles, hechos históricos aislados, personas cuyo solo punto común es un idioma o un cumpleaños compartido. Creamos así circunstancias cuya explicación puede ser encontrada solamente en la astrología o la quiromancia, y a partir de estos embrujos intentamos responder a viejas preguntas metafísicas sobre el azar y la fortuna. El hecho de que las fechas de William Shakespeare y Miguel de Cervantes casi coincidan hace que no solo asociemos a estos dos personajes singulares en obligatorias celebraciones oficiales, sino que busquemos en estos seres tan diferentes una identidad compartida.

Desde un punto de vista histórico, sus realidades fueron notoriamente distintas. La Inglaterra de Shakespeare transitó entre la autoridad de Isabel y la de Jaime, la primera de ambiciones imperiales y la segunda de preocupaciones sobre todo internas, calidades reflejadas en obras como Hamlet y Julio César por una parte, y en Macbeth y El rey Lear por otra. El teatro era un arte menoscabado en Inglaterra: cuando Shakespeare murió, después de haber escrito algunas de las obras que ahora universalmente consideramos imprescindibles para nuestra imaginación, no hubo ceremonias oficiales en Stratford-upon-Avon, ninguno de sus contemporáneos europeos escribió su elegía en su honor, y nadie en Inglaterra propuso que fuese sepultado en la abadía de Westminster, donde yacían los escritores célebres como Spencer y Chaucer. Shakespeare era (según cuenta su casi contemporáneo John Aubrey) hijo de un carnicero y de adolescente le gustaba recitar poemas ante los azorados matarifes. Fue actor, empresario teatral, recaudador de impuestos (como Cervantes) y no sabemos con certeza si alguna vez viajó al extranjero. La primera traducción de una de sus obras apareció en Alemania en 1762, casi siglo y medio después de su muerte.      

Cervantes vivió en una España que extendía su autoridad en la parte del Nuevo Mundo que le había sido otorgado por el Tratado de Tordesillas, con la cruz y la espada, degollando un “infinito número de ánimas,” dice el padre Las Casas, para “henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas” con “la insaciable codicia y ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo”. Por medio de sucesivas expulsiones de judíos y árabes, y luego de conversos, España había querido inventarse una identidad cristiana pura, negando la realidad de sus raíces entrelazadas. En tales circunstancias, el Quijote resulta un acto subversivo, con la entrega de la autoría de lo que será la obra cumbre de la literatura española a un moro, Cide Hamete, y con el testimonio del morisco Ricote denunciando la infamia de las medidas de expulsión. Miguel de Cervantes (nos dice él mismo) “fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo. Perdió en la batalla de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa”. Tuvo comisiones en Andalucía, fue recaudador de impuestos (como Shakespeare), padeció cárcel en Sevilla, fue miembro de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento y más tarde novicio de la Orden Tercera. Su Quijote lo hizo tan famoso que cuando escribió la segunda parte pudo decir al bachiller Carrasco, y sin exageración, “que tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aún hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca”.

La lengua de Shakespeare había llegado a su punto más alto. Confluencia de lenguas germánicas y latinas, el riquísimo vocabulario del inglés del siglo XVI permitió a Shakespeare una extensión sonora y una profundidad epistemológica asombrosas. Cuando Macbeth declara que su mano ensangrentada “teñiría de carmesí el mar multitudinario, volviendo lo verde rojo” (“the multitudinous seas incarnadine / Making the green one red”), los lentos epítetos multisilábicos latinos son contrapuestos a los bruscos y contundentes monosílabos sajones, resaltando la brutalidad del acto. Instrumento de la Reforma, la lengua inglesa fue sometida a un escrutinio severo por los censores. En 1667, en la Historia de la Royal Society of London, el obispo Sprat advirtió de los seductores peligros que ofrecían los extravagantes laberintos del barroco y recomendó volver a la primitiva pureza y brevedad del lenguaje, “cuando los hombres comunicaban un cierto número de cosas en un número igual de palabras”. A pesar de los magníficos ejemplos de barroco inglés —sir Thomas Browne, Robert Burton, el mismo Shakespeare, por supuesto—, la Iglesia anglicana prescribía exactitud y concisión que permitiría a los elegidos el entendimiento de la Verdad Revelada, tal como lo había hecho el equipo de traductores de la Biblia por orden del rey Jaime. Shakespeare, sin embargo, logró ser milagrosamente barroco y exacto, expansivo y escrupuloso al mismo tiempo. La acumulación de metáforas, la profusión de adjetivos, los cambios de vocabulario y de tono profundizan y no diluyen el sentido de sus versos. El quizás demasiado famoso monólogo de Hamlet sería imposible en español puesto que este exige elegir entre ser y estar. En seis monosílabos ingleses el Príncipe de Dinamarca define la preocupación esencial de todo ser humano consciente; Calderón, en cambio, requiere 30 versos españoles para decir la misma cosa. El español de Cervantes es despreocupado, generoso, derrochón. Le importa más lo que cuenta que cómo lo cuenta, y menos cómo lo cuenta que el puro placer de hilvanar palabras. Frase tras frase, párrafo tras párrafo, es en fluir de las palabras que recorremos los caminos de su España polvorienta y difícil, y seguimos las violentas aventuras del héroe justiciero, y reconocemos a los personajes vivos de Don Quijote y Sancho. Las inspiradas y sentidas declaraciones del primero y las vulgares y no menos sentidas palabras del segundo cobran vigor dramático en el torrente verbal que las arrastra. De manera esencial, la máquina literaria entera del Quijote es más verosímil, más comprensible, más vigorosa que cualquiera de sus partes. Las citas cervantinas extraídas de su contexto parecen casi banales; la obra completa es quizás la mejor novela jamás escrita, y la más original.

Si queremos dejarnos llevar por nuestro impulso asociativo, podemos considerar a estos dos escritores como opuestos o complementarios. Podemos verlos a la luz (o a la sombra) de la Reforma uno, de la Contrarreforma el otro. Podemos verlos el uno como maestro de un género popular de poco prestigio y el otro como maestro de un género popular prestigioso. Podemos verlos como iguales, artistas ambos tratando de emplear los medios a su disposición para crear obras iluminadas y geniales, sin saber que eran ilumi­nadas y geniales. Shakespeare nunca reunió los textos de sus obras teatrales (la tarea estuvo a cargo de su amigo Ben Jonson) y Cervantes estuvo convencido de que su fama dependería de su Viaje del Parnaso y del Persiles y Sigismunda.

¿Se conocieron, estos dos monstruos? Podemos sospechar que Shakespeare tuvo noticias del Quijote y que lo leyó o leyó al menos el episodio de Cardenio que luego convirtió en una pieza hoy perdida: Roger Chartier ha investigado detalladamente esta tentadora hipótesis. Probablemente no, pero si lo hicieron, es posible que ni Cervantes ni Shakespeare reconociese en el otro a una estrella de importancia universal, o que simplemente no admitiese otro cuerpo celeste de igual intensidad y tamaño en su órbita. Cuando Joyce y Proust se encontraron, intercambiaron tres o cuatro banalidades, Joyce quejándose de sus dolores de cabeza y Proust de sus dolores de estómago. Quizás con Shakespeare y Cervantes hubiese ocurrido algo similar.

Trampantojo, por Max  (EL PAÍS, Babelia, 16.04.16)






6. DON QUIJOTE Y FORGES















La muerte de Don Quijote




7. VELÁZQUEZ: RETRATOS. OTRAS  PINTURAS RELACIONADAS CON EL QUIJOTE




El Papa Inocencio X




           Francisco Lezcano, El niño de Vallecas

    

Luis de Góngora


   



                                                 El triunfo de Baco o Los borrachos






                                                          Don Quijote, Goya, aguafuerte




Dibujo de Don Quijote, Fernando del Paso, Premio Cervantes 2016




8. Frases


- No hay libro tan malo, que no tenga algo bueno.    (Quijote, II, iii)


- Adonde interviene el favor y las dádivas, se allanan los riscos y se deshacen las dificultades.   (Quijote)


-  Cada uno es artífice de su propia ventura.    (Quijote)


- Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.    (Quijote)


-  De gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe.    (Quijote)


-  De las miserias suele ser alivio una compañía.   (Quijote)


-  Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?      (Quijote)

-  Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no la sabe.  (Quijote)

-  La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.    (Quijote)


-  El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.    (Quijote)


- No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado.        (Quijote)


-  Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.   (Quijote)


-  "Por Dios, señor nuestro amo, replicó Sancho, que vuestra merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes?”    (Quijote)


- “…de poetas…ninguno tan malo como Cervantes ni tan  necio que alabe a Don Quijote”.     (Lope de Vega)


- El Quijote no vino a matar un ideal, sino a transformarlo y a enaltecerlo.

(Menéndez Pelayo)


-  El Quijote es la última y más sublime palabra del pensamiento humano.

 (Fiodor Dostoiewski)


-  El bueno de Sancho guarda tesoros de sabiduría en su ignorancia y tesoros de bondad y de vida en su egoísmo.     (Miguel de Unamuno)

-  El quijotismo es… todo un método, toda una epistemología, toda una estética, toda una lógica, toda una ética, toda una religión, sobre todo.   (Miguel de Unamuno)


-  Ese estilo cervantino, de quien es el hidalgo manchego una condensación particular. Este es para mí el verdadero quijotismo: el de Cervantes, no el de Don Quijote.

(Ortega y Gasset)


- Por mi parte, sólo me atrevería a decir que leyendo a Cervantes me parece comprenderlo todo.     (Antonio Machado)


- Son visibles en el Quijote las dos corrientes de sensibilidad que al cruzarse en el espíritu de Cervantes han producido el alzamiento culminante en la figura del triste caballero. Una consiste en experiencia realista; otra en sugestiones poéticas. Una proviene de la observación, del comercio cotidiano con los seres más triviales; otra de la tradición irreal, nunca vivida por nadie en los términos que la tradición misma declara; parto de una fantasía antigua, sin apellido personal, engrosada a través del tiempo por la fantasía innumerable de cuantos han apacentado en ella su capacidad de ensueño.      (Cervantes y la invención del Quijote, Manuel Azaña)


-  En los capítulos 42 y43 Don Quijote aconseja a Sancho acerca de cómo conducirse en el cargo. Sus instrucciones no tienen nada de extraordinario, antes bien se ajustan al modelo de las amonestaciones elevadas y prudentes de los libros antiguos; pero es curioso el contraste entre la clemencia que aconseja para gobernar y el comportamiento inmisericorde de sus torturadores. Sancho toma posesión de su gobierno, que es un lugar de unos mil habitantes, uno de los mejores que tiene el duque en sus dominios, ceñido de murallas. Ayudado por su buena memoria, se revela todo un Salomón en sus juicios.     (Curso sobre el Quijote, Vladimir Nabokov)


-  Suelo aconsejar leer primero la segunda parte, que es más sencilla. El lector ya conoce de oídas la primera parte y no necesita tenerla presente, y estoy convencido de quien lea la segunda acabará entrando en la primera. A los novatos dudosos, pues, que empiecen por la segunda parte. Pero el Quijote se puede leer por donde uno quiera porque como todo el mundo conoce de qué va la cosa, se puede disfrutar desde cualquier momento. De hecho, los que leen el Quijote cada día, que son muchos, lo hacen así, a trozos sueltos.                (Francisco Rico, EL PAÍS, 9 de enero 2016)


Ficha elaborada por Ana Isabel  Martinez Valiente

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