jueves, 24 de septiembre de 2015

El cuaderno dorado. Doris Lessing




EL CUADERNO DORADO, DORIS LESSING                     


1. Antecedentes de la literatura anglosajona escrita por mujeres:

-          Jane Austen, las Hermanas Brontë (Charlotte Brontë, Jane Eyre, 1847), George Elliot
-          Virginia Woolf
-          Muriel Spark, Iris Murdoch, Margaret Drabble, Doris Lessing, A. S. Byatt
-          En Estados Unidos: Charlotte Perkins Gilman (El papel amarillo, 1892), Kate Chopin (El despertar, 1899), Edith Wharton.
-          Otros antecedentes son: la antipsiquiatría de Laing (la esquizofrenia como respuesta coherente y curativa a los complejos imperativos de la vida moderna); los ensayos feministas de Simone de Beauvoir, Betty Friedan (La mística de la feminidad, 1963: arremete contra el mito del ama de casa del extrarradio de las grandes ciudades en la posguerra, heredera del ángel de la casa victoriano) y obras literarias escritas por autores como D.H. Lawrence (El amante de Lady Chatterley), Henry Miller y V. Nabokov.



2. Doris Lessing, (1919, Kermanshah, Irán - 2013, Londres). Premio Príncipe de Asturias de Literatura 2001, Premio Nobel de Literatura 2007. Escritora inglesa. Nacida en Irán, donde su padre era capitán del ejército británico, en 1924 se estableció con su familia en Rhodesia del Sur (hoy Zimbabwe). Los primeros treinta años de su vida transcurrieron en Rhodesia. Allí la pequeña Doris vivió una infancia problemática, condicionada por el paisaje africano y la frustración de unos padres (sobre todo su madre) que no consiguieron realizar sus sueños.

Se educó en varias escuelas de Salisbury (Harare), pero abandonó los estudios a los catorce años y se casó dos veces: primero a los 19, con un funcionario con el que tuvo dos hijos, y en segundo lugar, por conveniencia, con el exiliado alemán Gottfried Lessing en 1944, un camarada del partido comunista con quien tuvo otro hijo, el único que la acompañaría a Londres cuando partió definitivamente en 1949.
El contacto con África y el profundo amor que sintió por esta tierra constituyó la materia narrativa de algunas de sus novelas; el tema de la emancipación de la mujer abunda también en su obra de ficción. En 1950 ya había publicado Canta la hierba, una novela que tuvo buena acogida acerca de la vida en África, a través de la cual se opone a la política racial en años en los que el tema no era bien recibido en Inglaterra. Gracias a esa novela, y sobre todo a su tenacidad, consiguió abrirse camino en el mundillo literario londinense a lo largo de los años cincuenta, al tiempo que pasaba de manera fugaz por el partido comunista británico y consolidaba su imagen de firme detractora de la segregación racial en África del Sur.
En las cinco novelas que componen la serie Hijos de la violencia desarrolló la vida de la protagonista, Martha Quest, en el ámbito racial y social de Sudáfrica, sus esfuerzos para liberarse del círculo familiar, la disolución de su primer matrimonio (Un matrimonio convencional, 1954), su superación personal y su intervención en la política izquierdista de aquel continente, para regresar a Inglaterra en la última novela de la serie, en la que Martha Quest, ya de mediana edad, se ve envuelta en los acontecimientos sociales de su país. Las cinco novelas de este ciclo se titularon Martha Quest (1952), Un matrimonio convencional (1954), Vuelta al hogar (1957), Al final de la tormenta y La costumbre de amar (ambas de 1958).
Además de demostrar ser una notable autora de narraciones breves (como en el volumen Cuentos africanos, de 1951), Lessing también experimentó en el terreno de la fantasía como ángulo de observación de la condición humana, un género definido como "space or cosmic fiction". Conopus en Argos. Archivos (1979-83) es el título de este ciclo concebido bajo las leyes de aquel género y que comprende obras como The Marriages Between Zones Three, Four and Five (1980), The Sirian Experiment (1981), The Making of the Representative for Planet 8 (1982) y The Sentimental Agents in the Volyen Empire (1983). Con este ciclo rompe con el realismo tradicional y describe acontecimientos épicos y míticos de un universo ficticio.
Probablemente sea El cuaderno dorado (1962) la novela que más fama haya otorgado a Doris Lessing. El cuaderno dorado es un relato de sus experiencias colonialistas, sus relaciones con otras mujeres, su vida intelectual en los ambientes progresistas y marxistas de Salisbury y Londres, sus dificultades como novelista y su desencanto revolucionario, paralelo a la madurez y a la angustia ante la soledad.


Se trata sin duda de una de las piezas maestras de la literatura inglesa en lo que va de siglo, con su despiadado análisis de las actitudes políticas, de los tópicos y de los ritos de la vida británica tradicional. La trama, de un marcado cariz autobiográfico, gira en torno a tres temas clásicos: la necesidad de tomar un interés activo en temas políticos, la psicología de la mujer madura y el conflicto generacional. Lessing estructura la obra en torno a una novela corta, Mujeres libres, protagonizada por Anna Wulf, que es a su vez quien redacta los cuatro cuadernos: negro, rojo, amarillo y azul, a través de los cuales va mostrando diversas parcelas de su realidad y que corresponden a diversos avatares biográficos. En la década de los 50, Anna Wulf, divorciada, reside en Londres con su hija Janet y su amiga Molly, asimismo divorciada y madre de un hijo, Tommy. Éste quedará ciego tras una tentativa de suicidio. Anna atraviesa una honda depresión, de la que le ayuda a salir la entrega a tareas sociales.
Los recuerdos de la prolongada residencia de Anna en África, que constituyen el tema de una novela que ha publicado con éxito, están recogidos en otro de los cuadernos, donde narra su acercamiento a los comunistas y su posterior decepción, así como los ecos de la Segunda Guerra Mundial tal como llegan a la remota colonia británica. Otro de los cuadernos, que completa esta visión calidoscópica de la compleja personalidad de Anna Wulf, contiene las reflexiones íntimas de ésta, sus visitas a una psiquiatra y sus fracasos amorosos. La obra ha sido considerada como la Biblia del feminismo y un clásico de la literatura por su exploración de la identidad de la mujer y por abordar la crisis emocional y artística de la protagonista.
Sin embargo, la propia autora señaló que su propósito no era político, sino literario: "Cuando se es una escritora perteneciente a la tradición inglesa, una debe ser consciente y sentirse agradecida de un patrimonio que significa no tener que luchar como mujer para ser publicada y valorada. En Inglaterra las mujeres se han ganado la vida como escritoras desde hace siglos y, a veces, protestando con energía contra su destino. Mi agradecida conciencia de este patrimonio es la razón por la que suscribo la máxima de Virginia Woolf, según la cual las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres".
            Además de ficción Lessing escribió colecciones de cuentos (“La habitación diecinueve” es uno de los más conocidos”), libros de memorias (Dentro de mí) y libros de denuncia (El viento se llevará nuestras palabras, sobre Afganistán).


3. Obra:
  • Canta la hierba, 1950
  • Éste era el país del Viejo Jefe, 1951
  • Martha Quest, 1952
  • Cinco novelas cortas, 1953
  • Un casamiento convencional, 1954
  • La costumbre de amar, 1957
  • Al final de la tormenta, 1958
  • Catorce poemas, 1959
  • En busca de un inglés, 1961
  • El cuaderno dorado, 1962
  • Play with a tiger, 1963
  • Un hombre y dos mujeres, 1963
  • Cuentos africanos, 1965
  • Cerco de tierra, 1965
  • Gatos muy distinguidos, 1967
  • La ciudad de las cuatro puertas, 1969
  • Instrucciones para un viaje al infierno, 1971
  • Historia de un hombre no casado, 1972
  • La tentación de Kack Orkeney, 1973
  • Memorias de una superviviente, 1974
  • A small personal voice, 1974
  • Shikasta, 1979
  • Los matrimonios entre las zonas tres, cuatro y cinco, 1980
  • Los experimentos sirios, 1981
  • The making of the representative for Planet 8, 1982
  • Diario de una buena vecina, 1983
  • Si la vejez pudiera, 1984
  • Los diarios de Jane Somers, 1984
  • La buena terrorista, 1985
  • Prisons we choose to live inside, 1986
  • El viento se llevará nuestras palabras, 1987
  • El quinto hijo, 1988
  • Historias de Londres, 1992
  • Risa africana, 1992
  • Dentro de mí, 1994
  • De nuevo el amor, 1996
  • Un paseo por la sombra, 1997
  • Mara y Dann, 1999
  • Problemas, mitos y otras historias, 1999
  • Ben en el mundo, 2000
  • El día en que murió Stalin: la mujer, 2001
  • El sueño más dulce, 2002
  • Las abuelas, 2003
  • Historia del general Dann y de la hija de Mara, de Griot y del perro de las nieves, 2006
  • La grieta, 2007
  • Made in England, 2008
  • J. M. Coetzee, Pablo Neruda, W. Faulkner, Doris Lessing y G. García Márquez, Discursos, Alpha Decay, Barcelona, 2008.
  • Alfred y Emily, 2008

4. Artículos en la prensa sobre Doris Lessing:
4.1. Muere la escritora Doris Lessing (EL PAÍS, Winston M. Sabogal, 17 Nov 2013)
La escritora Doris Lessing ha fallecido a los 94 años. Recibió el Nobel de Literatura en 2007 por una obra que "supo capturar lo esencial y la épica de la experiencia femenina, que con escepticismo, fuego y poder visionario ha sometido a una civilización dividida al escrutinio”. Una narradora, poeta, ensayista e intelectual comprometida con la vida y la literatura en una búsqueda entrelazada a través de una obra con una estética que bien podría ser clásica o de fragmentación posmoderna.
Autora prolífica con más de medio centenar de libros, Lessing, nacida en 1919 en Kermanshah, Persia (actual Irán), practicó casi todos los géneros literarios, desde los 15 años. Es conocida por El cuaderno dorado (1962), obra cumbre de la literatura feminista y de la narrativa fragmentaria postmoderna.
África, Inglaterra, la mujer, las dudas existenciales y las contradicciones del ser humano tienen un papel esencial en su escritura. Calificada como una escritora feminista y militante de izquierdas, Lessing trascendió las etiquetas al hacer visible temas y problemáticas que tocan a todos los individuos al margen de géneros, ideologías y lugares.
Nació en Irán en 1919, cuando todavía era Persia y bajo el nombre de Doris May Tayler. Pasó su infancia y juventud en Rhodesia (ahora Zimbabue). Allí empezó a leer libros que su madre le compraba por catálogo. Se independizó a los 15 años y empezó a publicar cuentos en revistas sudafricanas. A los 31 años se fue a Londres, con su tercer hijo dejando atrás  dos matrimonios para empezar su carrera como escritora con Canta la hierba (1950). Fue miembro del Partido Comunista británico hasta 1954 que abandonó llevada por la decepción.
      Autora de libros como Instrucciones para un descenso al infierno, Memorias de una superviviente o La buena terrorista, su obras reflejan su pasión y lucha por la libertad, las injusticias generadas por las razas y comprometida con las causas del Tercer Mundo. Su vena cuentística se aprecia en el volumen Las abuelas y la autobiografía en títulos como Dentro de mí y El viento se llevará  nuestras palabras.


4.2. Doris Lessing, la épica de lo femenino. (EL PAÍS, Alberto Manguel, 18 NOV 2013)

Conocí a Doris Lessing hace unos 15 años, durante los cuales labramos una de esas amistades que me atrevo a calificar de profunda, en la cual las cartas fueron mucho más frecuentes que las conversaciones. La nuestra era, en un sentido literal, una amistad basada en la palabra escrita. Por carta, hemos discutido de política, de libros, de las mentiras de la historia y de la verdad de la literatura, de teatro y de cine, y de los lazos familiares de cada uno, de esa voluntad humana de crear obligaciones afectivas que Francis Bacon llamó “dar rehenes a la Fortuna”. Hemos criticado a editores, publicaciones, Gobiernos y hemos lamentado la suerte de los países que sentimos inexorablemente nuestros: en su caso, Rodesia. “Nunca nos vamos del todo del país que primero quisimos”, me escribe en una carta, respondiendo a mi cólera durante la crisis argentina de 2001. “Una parte de mí estará siempre en África”.
 Lessing, que falleció ayer en Londres a los 94 años, nació en Persia en 1919; a los cinco, se instaló con sus padres en Rodesia del Sur. Allí vivió un cuarto de siglo, hasta que, abandonando a su segundo marido, decidió emigrar a Inglaterra con su hijo menor. Su oposición al Gobierno minoritario blanco de Rodesia le valió el sello de “inmigración prohibida”: es decir, no se le autorizaba a volver a entrar en el país, y fue tan solo en 1982 que se le permitió volver a lo que ahora se llama Zimbabue. Cuatro veces visitó la tierra de su infancia y juventud, visitas que dieron lugar al libro de reportaje African Laughter.
Desde su juventud, Lessing se interesó por los problemas de la educación en Rodesia. ¿Cómo hacer para que los niños de esa región tan pobre tuviesen acceso al conocimiento del mundo? ¿Cómo hacer para que los fondos destinados a la educación resultaran en escuelas, y las escuelas en bibliotecas, y las bibliotecas en libros que todos pudiesen leer? ¿Cómo formar a maestros que enseñasen a los niños a oponerse a la corrupción iniciada por el tiránico Mugabe, dictador a vida de Zimbabue, a no adoptar las establecidas costumbres de robar y mentir y abusar del poder, no solo a nivel del Gobierno, sino a todos los niveles de la sociedad? ¿Cómo cambiar los modelos de poder injusto en las familias, en las aldeas, en las empresas, en todos los círculos sociales? Para Lessing, la solución (o un intento de solución) empieza siempre con el individuo. El individuo, como lo piensa Lessing (y como lo pensaba Aristóteles), desea esencialmente el bien: conocer el mundo, vivir en él con justicia, ampliar su mente y sus poderes intelectuales, compartir deberes y privilegios, ser lo más humano posible. Y ese deseo, según Lessing, aun en las sociedades más desunidas, más frágiles, junto a la necesidad de sobrevivir físicamente, de comer y beber dignamente, y de tener un techo y un refugio, se manifiesta concretamente en el deseo de leer.
De allí la conmovedora historia que da título a un corto texto de Lessing, aún inédito en castellano: Por qué un niño negro de Zimbabue robó un manual de física superior. Un niño roba un libro que no puede leer “para tener un libro que es mío”. Dos son los impulsos que lo llevan a esta acción. Primero, poseer el objeto, que durante el tiempo de espera es mágico, como un talismán con inmensos poderes; luego, aprender a servirse de él. Para el niño de la exigua escuela de Rodesia, con sus maestros pobremente instruidos y sus anaqueles casi vacíos, los libros que satisfarán su deseo son las obras universales de nuestras literaturas, esas que pueden ser universalmente leídas. En literatura no todo espejo nos refleja. Lessing quiere que el niño de este relato pueda decir, al recorrer el libro elegido, escrito quizás hace siglos por alguien de otra cultura: “Mi abuela me contaba una versión de esa misma historia”. Que es una forma de decir: “Ese relato es también mío”. Cuando le fue otorgado, por fin, el Premio Nobel, recordó esa anécdota y dijo que le gustaba pensar que sus ficciones no eran sino versiones particulares de otras, contadas en otras lenguas y quizás más antiguas.
En casi todos sus libros, ese esperado reflejo es, para Lessing, la meta literaria. Un reconocimiento, la intuición de una memoria, una sensación de poseer de pronto, convertida a palabras, una experiencia ya sentida, íntima y secreta. Desde sus primeras ficciones autobiográficas, siguiendo con la saga de su heroína, Marta Quest (que, a través de El cuaderno dorado se convirtió en lectura esencial para el movimiento feminista de los años sesenta en adelante), pasando por los poderosos relatos que captan, en brutales instantáneas, la traumática vida de la segunda mitad del siglo XX en África y en Europa, hasta las extraordinarias invenciones de ciencia ficción que reveló en ella una capacidad de invención casi ilimitada, y acabando con recientes y audaces novelas sobre temas tan diversos como la violencia infantil, la sexualidad de la edad madura, el mito originario de la desigualdad de los sexos, y, finalmente, varios volúmenes de memorias y una biografía ficticia de sus propios padres, Lessing propuso a sus lectores preguntas fundamentales sobre cómo actuar con responsabilidad en el mundo. Ser lector es, para Lessing, una toma de poder, un acto revolucionario que nos permite acceder a la memoria del mundo, a ser ciudadanos en el sentido más profundo de la palabra. “Literatura e historia son ramas de la memoria humana”, escribe. “Nuestro deber es recordar, incluso lo que está por suceder”.
Al final de un conmovedor ensayo sobre la condición humana, Prisons we choose to live inside, Lessing imaginó a otro niño (en este caso, el casi mítico faraón Akenatón que hace casi 25 siglos quiso imponer una ética humanista en el imperio egipcio) que crece en una sociedad dictatorial e injusta, haciéndose esta pregunta: “¿Qué puede hacer una sola persona contra este terrible, pesado, poderoso y opresivo régimen, con sus sacerdotes y sus temibles dioses? ¿De qué vale siquiera probar?”. “Siquiera probar”, dice Lessing, no solo “vale la pena”, sino que es la condición esencial de nuestro existir. Vivimos probando, intentando alcanzar ese bien que ansiamos, mejorar este pobre y desahuciado mundo. Es decir: “Usando nuestras libertades individuales (y no quiero decir simplemente formando parte de manifestaciones, partidos políticos, y demás, que son solo parte del proceso democrático), examinando ideas, vengan de donde vengan, para ver de qué manera estas pueden contribuir útilmente a nuestras vidas y a las sociedades en las que vivimos”. En este mundo insensato y violento en el que vivimos, las palabras de Doris Lessing son un aliento y una guía.

4.3. “La guerra y la memoria no acaban nunca”. (EL PAÍS, Juan Cruz, 21 OCT 2007)

Doris Lessing está enfadada. Hace una semana ganó el Nobel de Literatura, el pasado viernes fue su 88º cumpleaños, pero está enfadada. Acaba de terminar un libro sobre la guerra y sus padres, y esa memoria que se le ha avivado escribiendo le llena de ira, de coraje. Aquí, en una entrevista exclusiva con EL PAÍS, cuenta por qué
En esta casa confortable, abigarrada, de clase media alta pero modesta, en la que vive Doris Lessing en el noroeste de Londres, se nota que su inquilina es la última premio Nobel de Literatura porque aún quedan en los rincones algunas flores de las que fue recibiendo desde el jueves 11 de octubre, cuando la Academia Sueca se las vio y se las deseó para poder comunicarle la noticia del galardón. Estuvimos con ella el jueves último, en la víspera de su 88º cumpleaños. Tenía catarro, estaba preocupada por el malhumor de su gato y nos contó que acababa de terminar un libro sobre la guerra y sus padres, "un libro lleno de rabia y de coraje".
Cuando se supo que la autora de El cuaderno dorado y Canta la hierba era premio Nobel de Literatura, Doris Lessing estaba en el hospital con su hijo inválido, al que cuida. A ella no le sorprendió el premio, del que se venía hablando desde hacía décadas. Han aumentado las llamadas y las entrevistas, y ella acoge este interés súbito con la indiferencia con que asiste a su propia fama; sabe que esa popularidad es volátil.
"La televisión fue el final de la conversación; terminó aquello de sentarnos a comer todos juntos"
"Tengo la edad que tengo y sigo enfadada. Siento como sentía mi padre: ira, ira, ira por la guerra"
"Este tipo de sociedad tan confiada en la que vivimos debe ser única en la historia. ¿Cuándo ha pasado esto antes?"
"Blair ha sido un desastre para Gran Bretaña. Lo dije al ser elegido: nos meterá en problemas. Y nos metió"
La casa es un remanso de paz; en todas partes tiene libros, y ahora lee mucho sobre la Guerra Civil española, un episodio que llenó de rabia y de interés a su generación. Habla de esa contienda con "la misma rabia" con que habla de las guerras que sufrieron sus padres, sobre cuya experiencia acaba de escribir un libro. Nosotros le llevamos champán y un cuaderno, y le hicimos preguntas que ella respondió a veces con pasión, como si por dentro se le estuviera removiendo, siempre, el fantasma de las guerras que ella sufrió con otros. El gato se fue misteriosamente de nuestro alcance, ella se sentó casi en el suelo, al lado de un libro de Yeats que estaba leyendo; luego se dejó fotografiar en la paz de la luz que entraba por los ventanales, y todo lo hizo en el piso de arriba de su casa. A la entrada, cuando nos íbamos y reapareció el gato que adora, el suelo de la puerta de entrada estaba repleto de correspondencia, que ha aumentado con esta fama redoblada que le ha traído el Nobel. Pero nada más llegar nos lo dijo: "Primero fue el Príncipe de Asturias". Ahora está segura de que sus editores (Lumen, en España) la pasearán otra vez, y aunque ya no está para trotes, no sería extraño que la viéramos recorrer cualquier sitio de este país cuya historia ("y cuyas heridas") siempre están en su memoria.
Pregunta. ¿Cómo está usted ahora, después del ajetreo del Nobel?
Respuesta. ¿Me lo pregunta en serio? Pues tengo tos, una ligera diarrea y cistitis. Pero, aparte de eso, estoy muy bien, gracias. Lo que tengo es por culpa del estrés. El estrés del Nobel, esto es muy estresante. Suena el timbre de la puerta, vienen ustedes a verme, el teléfono no deja de sonar, y así todo el día. Y el gato está molesto, ¿no lo ve?
P. Pero este Nobel es una buena noticia, aunque no sea una sorpresa...
R. Sí, está muy bien. Ahora tengo muchos premios, éste, el de Asturias, y todo eso está muy bien.
P. Rosa Montero, la escritora española que le entrevistó para El País Semanal hace nueve años, escribió en nuestro periódico que le parecía una explicación "errónea e injusta" la nota con la que la Academia Sueca explicó la razón por la que la premiaban...
R. ¡Y estoy de acuerdo con ella! Eso de "la épica femenina" no me gusta mucho, eso de poner a hombres y mujeres en campos distintos no me parece lo más adecuado... Así es como yo lo veo, pero es evidente que a la gente le gustan las etiquetas: hombres, mujeres, el bien, el mal...
P. El Nobel le da más lectores. Y si usted fuera su propia lectora, ¿por qué le hubiera dado este galardón?
R. He escrito muchos libros, en una gran variedad de géneros y sobre un montón de temas diferentes, y hay mucha gente que me sigue leyendo, por una razón o por otra. ¿Por qué lo hacen? Pues porque algo tendré. ¡Ja, ja, ja!
P. Y aumenta la cantidad de gente que va a seguir leyéndola, y el interés de la prensa. Y ya que hablamos de eso, usted siempre ha prevenido contra las perversiones de los medios: el periodismo, la televisión, todo lo que nos rodea...
R. Y sigo alertando. De todos modos, los medios de comunicación de masas y el periodismo son dos temas distintos, y me refiero a Inglaterra, no a España. En este país tenemos algunos de los peores periodistas del mundo, pero al mismo tiempo también algunos de los mejores. No sé nada del periodismo en España. Y ha venido Internet, que ha introducido un nuevo tipo de civilización cuyo significado ni siquiera hemos llegado a comprender todavía. Y la televisión, fíjese en la televisión, ha cambiado por completo la cabeza de todo el mundo, y tampoco la hemos comprendido, francamente.
P. Dice usted en uno de sus libros de memorias que la televisión interrumpió la conversación, rompió la alegría, o al menos la convivencia familiar...
R. No dije que fuera alegre precisamente esa convivencia, pero desde luego la vida familiar era distinta antes de que llegara la televisión. Yo vi llegar la televisión a una casa donde solía escucharse la radio, donde la gente solía sentarse todas las noches, a hablar, a comer, y a comer muy bien, por cierto... Estoy hablando de una cultura distinta a la que vino luego; la televisión interrumpió esa cultura. Fue el final de la conversación, de la jovialidad de la convivencia, terminó aquello de sentarnos a comer todos juntos... Aunque es cierto que muchas de las canciones que cantábamos eran muy aburridas, si es verdad que también se acabó aquello de cantar en familia, alrededor de un piano... Todo el mundo alrededor de una mesa, un perro ladrando en una esquina, una comida maravillosa (¡porque no todos los ingleses son malos cocineros!)... Todo eso se fue cuando llegó la televisión, y yo tengo el recuerdo del día en que eso ocurrió.
P. ¿Y en qué cultura estamos ahora?
R. Estamos en el final de la vida familiar tal como la conocíamos. Como sabe, muchas mujeres trabajan, cuando llegan a casa están agotadas, traen a casa comida preparada, cosa que es nueva en Inglaterra; no se lee a los niños porque estamos demasiado cansados... Todo esto es nuevo.
P. Usted trajo aquí a su hijo en 1949 y le enseñó este país. ¿Cómo era?
R. Mi hijo tenía dos años y medio, y no creo que él recuerde gran cosa de lo que vio. Lo que yo encontré cuando llegué fue un país devastado por la guerra; no era como ahora, tan alegre y colorido. Era muy oscuro, lleno de edificios agrietados, de lugares donde habían caído bombas; había manzanas enteras totalmente derruidas, era desolador. Y era muy duro, muy duro, no había suficiente para comer, hacía frío. Todo ha cambiado mucho.
P. A mejor.
R. Sí, desde luego.
P. ¿Y ahora cómo ve Inglaterra?
R. Nunca volvió a ser así, en mi experiencia. La gente tiene tanto dinero... Vas a Leicester Square y la plaza está repleta de gente. Es medianoche, o casi de madrugada, y sigue habiendo jóvenes queriendo divertirse. Esto es nuevo en este país. No creo que dure... Hmmmm, veremos. Reconozco que hay bolsas de pobreza, pero en general la gente tiene dinero, y está cómoda, y no tiene miedo. Y eso solía pasar, la gente tenía miedo: a perder el empleo, a caer enfermo... Este tipo de sociedad tan confiada en la que vivimos ahora debe de ser única en la historia. ¿Cuándo ha pasado esto antes?
P. La historia ha hecho de Inglaterra un país mejor. Pero los países donde usted nació y vivió (Persia, luego Irán, Rodesia, ahora Zimbabue) viven situaciones difíciles, a veces catastróficas... Como Afganistán, país al que dedicó mucha atención.
R. La relación con Zimbabue es especial. Allí crecí, me hice, sé mucho sobre el país. Es distinto que con Afganistán. Creo que fue un error (de los soviéticos) invadirlo. Pienso que Irán es un desastre, y con respecto a Oriente Próximo, espero que todos estén muy asustados, porque es para estarlo. Pero de todo eso no se puede hablar en un solo aliento; son todos casos muy diferentes.
P. Vayamos a Zimbabue. ¿Cómo les ha ido, desde la liberación?
R. Pues les ha ido muy mal, como sabe. En estos momentos, la gente se muere de hambre, y éste era un país que daba de comer a toda la zona, había cultivos de todo tipo... Y ahora mismo tengo una amiga que me llama y me dice: "Llevamos una semana sin agua, cuatro días sin electricidad, hay falta de comida en las tiendas, no hay pan, no hay patatas". Esta gente está pasando hambre. Puedo contarle una pequeña historia que podría ilustrar lo que ocurre. La gente está escapando a Suráfrica, y cuando llegan a la frontera les cogen y les deportan. Los surafricanos les están esperando, y los que huyen de Zimbabue les dicen: "Por favor, antes de devolvernos a nuestro país dennos algo de pan". Un detalle horroroso, ¿verdad? Y hay otra historia: los soldados de Mugabe se están escapando porque no les pagan. Miles de esos soldados bajan hacia Suráfrica, y la tragedia es que allí les esperan reclutadores que les llevan a sus propias guerras. Y puede que de pronto se encuentren en Afganistán, o en Irak, o donde sea... ¡Esta pobre gente de Zimbabue, qué tragedia!
P. Eso que cuenta recuerda la emigración africana a Europa, y cómo los deportan desde aquí.
R. Es una tragedia de nuestro tiempo, sí, pero la gente escapa de África por una pobreza generalizada, por una vida muy dura; pero la de Zimbabue es una crisis creada por un solo hombre.
P. Robert Mugabe.
R. Sí. Es un hombre muy malo. Un asesino. En fin, podría seguir, pero lo que quiero decir ahora es esto: esa gente que se va de Zimbabue busca pan, no tiene trabajo. Sus perspectivas son nulas.
P. ¿Usted esperaba que Robert Mugabe fuera así?
R. No. Nadie lo esperaba. Cuando llegó al poder, al principio, la gente decía de él que era un hombre inteligente, tenía buenos asesores. Pero enseguida se produjo una matanza, con él en el poder. Y luego se asoció con los peores dictadores del mundo, como el de Birmania, porque le gustan mucho los dictadores.
P. Es como una maldición sobre África. ¿Ve usted, como creadora de símbolos, alguna metáfora en ese desastre continuo?
R. Hay muchos países distintos en África, no se puede tomar el continente como si fuera una unidad. Pero sí, es cierto, lo que se vive en África es desalentador.
P. Volvamos a Irán, donde nació.
R. ¡No, por favor! Odio Irán, odio al Gobierno iraní, es un Gobierno malvado y cruel. Fíjese en lo que le pasó al presidente en Nueva York, le llamaron malvado y cruel en la Universidad de Columbia. ¡Maravilloso! ¡Más tenían que haberle dicho! Nadie le critica, por el petróleo; por eso nuestro encantador Gobierno británico le dora la píldora al de Irán: por el petróleo.
P. Como Putin.
R. Por lo mismo, porque quiere quedarse con el petróleo. ¡Y usted espera que los Gobiernos sean morales! No lo son, ninguno de ellos lo es. Son bochornosos, nos avergüenzan.
P. ¿Irá Estados Unidos a la guerra contra Irán por el tema de la energía nuclear?
R. No soy profeta. Si yo estuviera en Irán pensaría: ¿por qué no vamos a usar energía nuclear con propósitos pacíficos? Pero ni por un momento pienso que esos propósitos sean pacíficos, pero eso no lo podemos probar. Estamos en un maldito embrollo. Y Oriente Próximo es un desastre, todos los sabemos, y no sé quién puede solucionarlo.
P. Afganistán. Usted fue, denunció lo que pasaba allí. ¿Lo ve como una consecuencia de los atentados del 11-S?
R. Lo veo como una consecuencia de la invasión rusa de Afganistán. El 11-S no puede ser tan importante como aquello. Lo que vi en Agfanistán fueron las consecuencias de la invasión soviética, que resultó un desastre. Pude hablar y ver tanto a mujeres como a soldados. La mayor parte de los periodistas no vieron nunca a las mujeres, así que puedo decirle que la invasión soviética de Afganistán fue uno de los grandes crímenes de nuestro tiempo. Y quizá habría que recordarlo: Gran Bretaña fue derrotada tres veces por los afganos en el siglo XIX. En España, la gente no tiene por qué saberlo, pero nosotros debemos saberlo y recordarlo. ¿Qué estamos haciendo ahí? Nos han derrotado tres veces. Es una locura. Somos una gente loca. Volvemos a Afganistán, oh, debemos ocuparnos. Una broma, pero no una broma graciosa.
P. Usted estuvo con las mujeres...
R. Las condiciones de las mujeres eran horribles. Los guerrilleros estaban agotados, no llevaban zapatos, luchaban en la nieve. Fue una guerra terrible, terrible. Y los rusos, ¿sabe?, no son muy buenos. No sé cómo serían en la II Guerra Mundial, pero sé que en Afganistán fueron terribles. Los oficiales trataban tan mal a los soldados que bebían líquido de frenos en lugar de alcohol, vendían sus propias armas para conseguir drogas. No sé cómo serán ahora los soldados rusos, pero fueron muy muy malos en Afganistán.
P. El 11-S, el 11-M, los atentados de Londres, nosotros seguimos sufriendo a ETA. Usted ha escrito mucho sobre terrorismo.
R. Y aquí tuvimos el IRA. ¿Sabe lo que la gente olvida? Que el IRA atentó con bombas contra nuestro Gobierno; que mató a varias personas mientras se celebraba una convención conservadora, en la que estaba la primera ministra, Margaret Thatcher. La gente se olvida. El 11-S fue terrible, pero si se repasa la historia del IRA, lo de los americanos no resulta tan terrible. Cualquier americano pensará que estoy loca. Murieron muchas personas, cayeron dos edificios prestigiosos, pero no fue tan terrible ni tan extraordinario como ellos creen; son gente muy ingenua, o fingen que lo son.
P. Nosotros somos muy sensibles en España ante esta nueva guerra del terror. En la respuesta norteamericana hubo una foto famosa: Bush, Aznar, Blair...
R. Siempre odié a Tony Blair, desde el principio. Muchos de nosotros odiábamos a Tony Blair, creo que ha sido un desastre para Gran Bretaña, y lo hemos padecido muchos años. Lo dije desde que fue elegido: éste es un pequeño showman que nos va a meter en problemas, y nos metió. En cuanto a Bush, es una calamidad mundial, todo el mundo está harto de este hombre. O bien es un estúpido, o bien es muy listo, aunque hay que pensar que es miembro de una clase social que se beneficia mucho con las guerras, nos olvidamos de que una guerra beneficia a muchas personas. ¿Sabe? Acabo de terminar un libro sobre la guerra. No pretendía que lo fuera, pero es un libro contra las guerras. Me asombra cómo olvidamos la influencia enorme que las guerras tienen; están ahí siempre, como su memoria... Ustedes deberían saberlo. Su guerra civil fue tan terrible. En la I Guerra Mundial, Europa decidió dispararse a sí misma. La II Guerra Mundial fue otra historia. ¡Y éstas son nuestras guerras! Somos mucho más brutales, más crueles. Nos gusta olvidarlo, pero no se puede olvidar. He estado leyendo novelas recientes de escritores suyos sobre la Guerra Civil española. Para la gente de mi generación, la Guerra Civil fue tan importante. Fue tan desgarradora, tan difícil, tan imposible de entender el comportamiento de nuestros Gobiernos... Quizá ustedes lo hayan olvidado, pero Gran Bretaña y Francia tuvieron un comportamiento deplorable, permitieron que Hitler y Mussolini ayudaran a Franco porque en España había un Gobierno de izquierdas. Yo me encontraba con gente que lloraba de rabia y de vergüenza por nuestros Gobiernos.
P. En España hay un proceso para crear una ley que repare el daño moral de aquella guerra. Y la derecha no la quiere apoyar.
R. Lo sé, tengo muchos amigos españoles. Y hubo una derecha extrema en España a la que el Rey puso fin mientras todo el mundo aplaudía. Fue maravilloso, ¿sabe? Conocí al Principe, y a su madre, que está muy orgullosa de él, cuando recibí el premio que lleva su nombre, en Oviedo.
P. ¿Y cómo sale uno de la guerra?
R. Yo estaba casada con un refugiado alemán y experimenté la guerra a través de él. Los alemanes que eran anti-Hitler estaban en la terrible situación de tener que aplaudir la destrucción de Alemania. Emocionalmente eso era muy difícil para ellos. Así que experimenté la guerra de esa forma contradictoria. La gente no dejaba de hablar de la guerra. O acababan de volver del frente, o habían sufrido los bombardeos, y eso duró hacia finales de los años cincuenta: la guerra, siempre la guerra, una conversación interminable. La guerra y la memoria no acaban nunca.
P. ¿Nos puede contar algo de su libro sobre la guerra?
R. Sobre mis padres y la guerra. Mis padres sufrieron mucho con la I Guerra Mundial, salieron muy dañados. Así que les he dado vida, como si la guerra mundial no hubiera ocurrido. Vidas decentes, corrientes, poco excitantes. Ésa es la primera mitad del libro. La segunda parte es lo que verdaderamente ocurrió, y debo decir que algunas partes son bastante trágicas, horrendas. ¡Porque fue trágico y horrendo! Esa gente era perfectamente normal, corriente, y fueron destrozados por la guerra. Yo esto lo sentía incluso cuando era una niña. Ha sido doloroso de escribir, pero muy agradable dar a mis padres vidas de paz. Mi padre siempre quiso ser un granjero inglés, así que le convertí en granjero inglés. Y a mi madre le he dado todo tipo de cosas interesantes que hacer, porque era una mujer tan sumamente lista.
P. ¿Cómo se siente por dentro, escribiendo de la guerra?
R. Estoy enfadada. Tengo la edad que tengo y sigo enfadada. No se me va, no se me va, siempre está ahí.
P. ¿La literatura no lo cura?
R. No se ha ido. No sé por qué. Siento, como sentía mi padre, ira, ira de que esto sucediera. La II Guerra Mundial había que lucharla, pero la primera guerra fue tan innecesaria...
P. Cuando usted era una niña comía naranjas mientras leía. Y soñaba.
R. Sigo soñando, pero ya no como naranjas. Soy demasiado vieja para comer naranjas. Eso es hacerse vieja: no como de esto, no como de lo otro... Pero sigo leyendo mucho, y soñando.
P. ¿Y recuerda los sueños?
R. Claro. Y entre escritores es lógico que los use.
P. Ahora tiene mucho que celebrar. ¿Qué es lo que más le gusta de lo que le sucede ahora, estas semanas?
R. Yo tengo una situación en mi vida de la que no hablo. Tengo un hijo inválido, al que tengo que cuidar. Así que mi vida no es en absoluto lo que yo esperaba. Y no puedo hablar de ello. Ya no es mi vida, ya no vivo mi vida.
P. ¿Qué va a hacer en su cumpleaños?
R. Nada. Me ocuparé de eso cuando cumpla los 90. ¡Oh, Dios, otra vez el teléfono!

 4.4. La mirada radical (EL PAÍS, Carles Geli y José A. Rojo, 12 OCT 2007)

En la última novela de Doris Lessing, The cleft, un senador romano cuenta la remota historia de una comunidad habitada únicamente por mujeres. El tono es mítico, y de lo que trata al fin es del descubrimiento del otro, del diferente, del hombre. A punto de cumplir 88 años, y tras haber sido una voz profundamente comprometida con África y un referente de las luchas de la mujer en un mundo gobernado por hombres, la escritora británica cuenta de un rincón del lejano pasado y pone en escena un encuentro entre los dos sexos, en un territorio y un tiempo en el que vivían solas las mujeres y no echaban de menos al hombre.
La Academia Sueca ha decidido esta vez premiar la larga obra de esta mujer menuda, combativa, entusiasta, dura y fuerte. Horace Engdahl, secretario permanente de la Academia, resumió los argumentos del jurado, informa Ricardo Moreno, comentando que el Nobel llegaba a Lessing "por su épica narrativa de la experiencia femenina, que con escepticismo, pasión y poder visionario, ha sometido a examen a una civilización desunida". La decisión, dijo, había sido "minuciosamente debatida". El premio, que este año está dotado con algo más de un millón de euros, será entregado en la tradicional ceremonia del 10 de diciembre que conmemora el aniversario de la muerte de su creador, Alfred Nobel.
En el último Hay Festival de Segovia, donde participó en un diálogo y se mostró reacia a hablar de los viejos feminismos, Doris Lessing tenía en el trato directo la dulzura, simpatía y sencillez que sólo otorgan la sabiduría, la experiencia, los largos años de frecuentar una escritura que, sin embargo, fue rotunda y clara y radical a la hora de explorar las vidas de los más desfavorecidos y de implicarse en la lucha por un mundo más justo.
Doris Lessing nació el 22 de octubre de 1919 en la localidad persa de Kermanshash (actual Irán). Allí vivían su padre, que había sido herido en la I Guerra Mundial, y su madre, enfermera. Se trasladaron a Rodesia (hoy Zimbabue) en 1924, donde la escritora pasó su infancia y juventud en una granja (aunque estudió en la capital, Salisbury, hasta los 13 años). Leyó como posesa, se fue de casa a los 15 años y regresó para casarse a los 19. El matrimonio le duró cuatro años. Dejó entonces a su marido y a sus dos hijos y se unió a un grupo de comunistas que lideraba Gottfried Lessing, con quien se casó en 1944. Lo abandonó en 1949 y se fue a Londres con el hijo que tuvo en este segundo matrimonio.
Ahí empezó su carrera literaria (y su militancia comunista, que abandonó en 1956), cargada inicialmente con la pólvora de la crítica a la política racial del lugar de donde venía (fue declarada persona no grata por Rodesia y Suráfrica en 1956) y que fue cambiando, primero para dar cuenta de las inquietudes de la mujer -en obras como Martha Quest (1952), que inicia su serie Los hijos de la violencia, o en su célebre El cuaderno dorado (1962)- para, posteriormente, abarcar preocupaciones diversas -de nuevo la situación de África- o cultivar géneros distintos, como la ciencia-ficción. Otras obras de referencia suyas son En busca de un inglés (1965), La costumbre de amar (1983), Cuentos africanos (1984), La buena terrorista (1987) y El quinto hijo (1989). Su autobiografía tiene dos volúmenes: Dentro de mí (1994) y Un paseo por la sombra (1997). En España fue galardonada con el Premio Internacional de Cataluña (1999) y el Príncipe de Asturias de las Letras (2001).
La Feria Internacional del Libro de Francfort se convirtió ayer, como cada año, en caja de resonancia del premio. Entre los entusiastas estaban las editoras españolas de Lessing, como Silvia Querini, que adquirió hace poco para Lumen su última novela y varios títulos para lanzar una biblioteca de la autora ("fue una escritora que marcó mi juventud"), y Pilar Beltrán, que la publica en catalán en Edicions 62 ("el discurso feminista al que ella contribuyó quizá haya cambiado, pero no la rotundidad con que ella lo expresa"), y también la escritora Carme Riera, que dijo: "Fue un referente para nuestra generación". Un poco más distante se manifestó Umberto Eco, que ayer conversó sobre su último libro (Historia de la fealdad) en la feria y que comentó que es "una buena autora con una gran alma literaria", si bien le extrañó que el premio lo ganara "un autor de lengua inglesa tan poco tiempo después de Harold Pinter", informa Efe.
Mario Vargas Llosa comentó que las feministas habían adoptado El cuaderno dorado como manual cuando es, en realidad, una novela "sobre las ilusiones perdidas de una clase intelectual". En esa línea, José María Guelbenzu explicó en Madrid que considera a Doris Lessing una escritora "de primera línea" que merece el premio "por razones estrictamente literarias", pero lamenta que "se convirtiera en icono de las feministas". Más duro fue Marcel Reich-Rannicki, considerado el Papa de la crítica literaria alemana: "Es una decisión decepcionante. La lengua inglesa tiene escritores más importantes y más significativos como John Updike o Philip Roth".
Pero la verdadera excitación por el Nobel se concentró en una pequeñísima mesa: la L.2. La misteriosa codificación responde a la ubicación, en el área de los agentes literarios, de Daniela Petracco, de la agencia londinense Andrew Nurnberg, que gestiona los derechos de Lessing. Apenas una hora después de hacerse público, tres editores españoles hacían cola para intentar recuperar viejos derechos sobre obras de la autora publicadas hace ya unos años. "Su obra está muy dispersa en España", constató la agente, incapaz de cifrar el número de lenguas a las que está traducida, si bien no cree que esté editada en su país de nacimiento, hoy Irán. "Su mensaje atrae a los lectores generación tras generación, quizá no con grandes ventas, pero sí constantes", comentó Petracco.

4.5. El zumbido de su cerebro trabajando (EL PAÍS, Rosa Montero, 12 OCT 2007)
Es difícil describir el impacto que produjo El cuaderno dorado de Doris Lessing en las escritoras o aspirantes a escritoras de la época. La obra salió en 1962, pero en España la leímos en la transición y cayó en nuestras mentes como una bomba, rompiendo paredes, haciéndonos más libres y, como suele suceder con los materiales altamente explosivos, causando también considerables estragos. Era una novela que hablaba de problemas reales de mujeres reales; de Anna Wulf, escritora y madre en solitario de una niña, y de su lucha para salir adelante, para trabajar, para encontrar su lugar en un mundo que acababa de dinamitar (de nuevo un símil pirotécnico: eran tiempos fulminantes) los roles sexuales tradicionales. Y trataba de estos temas, por entonces novedosos, con vigor intelectual y con una gran complejidad formal. Fue un libro rompedor, y de ahí los estragos, porque una legión de escritoras se dedicó a imitar su estilo cacofónico, híbrido y fragmentario, tan original como brillante. Incluso se estereotipó, durante cierto tiempo, una supuesta voz literaria de mujer que pasaba obligatoriamente por escribir así, con esa técnica como de retales. Ni qué decir tiene que los resultados fueron por lo general calamitosos.
Ésta es la parte negativa de su influencia. Pero la positiva fue enorme, y consistió precisamente en lo contrario. Doris Lessing demostró que se podía escribir sobre temas que antes habían sido considerados como de mujeres con altura intelectual y con calidad literaria. Y que a través de esos temas se podía retratar el mundo con tanta hondura y amplitud como a través de cualquier otro.
Leo que la Academia Sueca le ha dado el galardón como transmisora "de la experiencia épica femenina", y me parece una explicación errónea e injusta. Creo que para Lessing la llamada "experiencia femenina" podía ser tan épica o tan mísera como la masculina, y exactamente equiparable a la hora de intentar entender la vida. El peso del prejuicio hace que todavía muchos crean que, cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, está hablando de mujeres, mientras que cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, está hablando del género humano. El cuaderno dorado nos enseñó que la "experiencia femenina" no era ni más ni menos que una experiencia profundamente humana.
No he vuelto a leer la novela desde entonces, y es posible que la obra haya envejecido. Creo que hoy preferiría otras cosas suyas, como la serie de ciencia-ficción de Canopus en Argos, o sus dos hermosos libros autobiográficos. Su escritura es tensa, sólida, intelectual; más que una narradora apasionante, es una pensadora apasionada, y es el brillo y el calor de su cerebro lo que más me fascina. Su obra, en cualquier caso, abrió innumerables puertas a las escritoras que vinieron después (y también a muchos escritores).
La entrevisté en su casa de Londres hace nueve años: llegué casi emocionada, consciente de mi deuda. Encontré a una anciana pulcra, magnética, huraña y austera. Vivía en una vieja casita con jardín cuyo piso bajo, cubierto de periódicos y trastos arrumbados, estaba impracticable. La escritora habitaba en el piso de arriba, un espacio modesto y ordenado pero raído, con muebles, libros y alfombras que parecían haber ido envejeciendo con ella. Y allí, como una refugiada de la creciente decadencia de las cosas, Lessing seguía luchando por ser, por saber, por aprender. Casi se podía escuchar el zumbido de su cerebro trabajando. Una mujer extraordinaria.

5. El cuaderno dorado (1962)

-          “Épica de la experiencia femenina”, según el jurado que le concedió el 
      Premio Nobel.

-          Temas:  · una civilización dividida no solo por cuestiones de género
                    · disolución y búsqueda de una identidad: crisis de Anna que es una
                   triple crisis: como militante del Partido Comunista, como escritora
                   sufre un bloqueo de creación y como mujer en sus relaciones de
                   pareja
                    · mujeres libres, feminismo, segundo feminismo, sexualidad
                               femenina
                    · triple fragmentación de la sociedad, de Anna Wulf (homenaje del
                    nombre a Virginia Woolf) y de la propia novela
                    · introspección sicológica: dolor / placer,  demencia y recuperación
                    mental, colapso mental, psicoanálisis
                    · maternidad
                    · narrativa de crecimiento
                    · comunismo
        · racismo
                    · escritura

-          Estructura y estilo:  hilo central  ® Mujeres libres (narrado por Anna Wulf) ® 5 secciones y 4 cuadernos: negro (Sudáfrica), rojo (actitud política de Anna), amarillo (manuscrito de una novela, Ella/Anna y Paul/Michael), azul (vida cotidiana y desengaños), dorado (Saúl y la recuperación mediante la escritura y la comunicación entre ambos)
-          Forma dividida que responde a la personalidad dividida y fragmentada de Anna
-          Repetición de personajes con nombres diferentes
-          Pluralidad estilística coral: (auto)biografía, novela, historias cortas, periodismo, documentales, crítica literaria, propaganda política
-          Todos estos recursos están al servicio de una profunda disección de los estados emocionales, preocupaciones sociopolíticas y acontecimientos del siglo XX: las huellas físicas y síquicas de la Segunda Guerra Mundial, el desmoronamiento del comunismo, el nacimiento de la nueva izquierda, la lucha de sexos, el conflicto generacional, el miedo a la bomba y las tensiones coloniales y raciales.
         
                   
6. «Algunos de los tan publicitados nuevos escritores no han vuelto a escribir o no han escrito aquello que querían, que se proponían escribir. Y nosotros, los mayores, quisiéramos susurrar a esos oídos inocentes. "¿Aún conservas tu espacio? Tu espacio único, propio y necesario donde puedan hablarte tus propias voces, sólo para ti, donde puedas soñar. Entonces, sujétate fuerte, no te sueltes". Es imprescindible alguna clase de educación».
(Doris Lessing: Extracto del discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura).
“La literatura es el análisis después del evento” (Doris Lessing)

“No hay leyes para escribir una novela. Nunca hubo ni habrá” (Doris Lessing)

EL MUNDO: Doris Lessing fue espiada por los servicios secretos británicos

Las conversaciones de la escritora fueron 'pinchadas' por sus presuntas vinculaciones con el comunismo entre 1943 y 1964

La escritora Nobel de Literatura Doris Lessing fue objeto de espionaje durante más de 20 años por los servicios secretos británicos, según se desprende de las actas publicadas hoy por el Archivo Nacional del país.
Así, entre 1943 y 1964 los servicios secretos pincharon las conversaciones telefónicas de la autora de El cuaderno dorado, leyeron su correspondencia y la siguieron en sus viajes. En aquella época, sospechaban que las simpatías de su compatriota por el comunismo rozaban el "fanatismo" y que Lessing "se expresaba de manera irresponsable".
Nacida en Irán en 1919 y criada en la entonces británica Rodesia del Sur (actual Zimbabue), la autora se sumó al Partido Comunista durante la Segunda Guerra Mundial y no se desvinculó hasta 1956. Tras instalarse en Reino Unido, se casó con el comunista alemán exiliado Gottfried Lessing.
En 2007, Lessing fue distinguida con el Nobel de Literatura por su capacidad "para transmitir la épica de la experiencia femenina y narrar la división de la civilización con escepticismo, pasión y fuerza visionaria". Murió en 2013 a los 94 años.


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