jueves, 29 de octubre de 2015

Niebla en el puente de Tolbiac. Léo Malet







NIEBLA EN EL PUENTE DE TOLBIAC,  LÉO MALET,     Jueves 26 de Octubre de 2015


1. Antecedentes de la novela negra y de detectives:

    Fábulas de la literatura clásica e historias de la Biblia
    Las mil y una noches
    Cuentos de Canterbury (1387-1400)
    Novela gótica:  1765, El castillo de Otranto, Orase Walpole
                             1786, Vathek, William Beckford
                             1794, Los misterios de Udolfo, Anne Radcliffe
                             1796, El monje,  Matthew Lewis
                             1805, Manuscrito hallado en Zaragoza, Jan Potocki
                             1815, Melmoth el errabundo, Charles Maturin
     No escriben directamente pero tienen elementos de este género: Zadig (Voltaire), Balzac, Stendhal, Dumas, Dickens (Bleak House) – descripción de los bajos fondos, psicología de los criminales.
      Auge del género en el S.XIX debido al éxito de las publicaciones sensacionalistas, desarrollo de técnicas en la policía para la búsqueda de huellas como consecuencia del progreso científico, aumento del crimen en las grandes ciudades debido al incremento de la población urbana.
      1841: Los crímenes de la calle Morgue, El misterio Marie Rogêt y La carta robada de E. A. Poe. Nace el detective moderno (Dupin), el crimen como forma de misterio que pude resolverse de forma lógica y racional con un método que tenga como base el positivismo racional, triunfo de la deducción.
      William Wilkie Collins (1824-1899): La mujer de blanco, 1860, y La piedra lunar, 1868.           
      Pedro A. de Alarcón (1833-1891): El clavo.
      Arthur Conan Doyle (1859- 1930): Sherlock Holmes y Dr. Watson; El sabueso de los Baskervilles. Huellas, pistas engañosas, falso culpable, eficacia y brillantez del detective en contraste con la ineptitud de la policía.
        S.XX: Escuela francesa. Maurice Leblanc (1864- 1941): Arsenio Lupin; George Simenon (1903- 1986): el comisario Maigret. Léo Malet (1909- 1996): Nestor Burma
        Escuela anglosajona: Agatha Christie (1891-1976), Dashiell Hammett (1894-1961), Raymond Chandler (1888-1933), Ross McDonald (1915-1983), Patricia Highsmith (1921-1995), Donna Leon (1942).
        Literatura negra nórdica (Suecia, Noruega, Dinamarca e Islandia): Maj Sjöwall y Meter Wahlöö (Suecia), Henning Mankell (Suecia), Christian Jungersen(Dinamarca), Arnaldur Indridason (Islandia), Anne Holt (Noruega), Jo Nesbǿ (Noruega), Camilla Läckberg (Suecia), Mari Jungstedt (Suecia), Asa Larsson (Suecia), Jan Costin Wagner (Alemania, novelas ambientadas en Finlandia), Peter Høeg (Dinamarca), Camilla Ceder (Suecia)
       Muchos escritores consagrados utilizan este género. Algunos ejemplos: Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, Borges, Cortázar, Humberto Eco (El nombre de la rosa), Truman Capote, Chester Himes, Paul Auster, John Banville y Leonardo Padura.

Las cien mejores novelas policíacas según la selección de Julian Symons son:

1794 
William Godwin 
Caleb Williams 
1845 
Edgar Allan Poe 
Tales of Mystery and Imagination 
1860 
Wilkie Collins 
The Woman in White 
1864 
Sheridan Le Fanu 
Uncle Silas 
1868 
Wilkie Collins 
The Moonstone 
1870 
Charles Dickens 
The Mystery of Edwin Drood 
1882 
Robert Louis Stevenson 
The New Arabian Nights 
1886 
Fyodor Dostoevsky 
Crime and Punishment 
1887 
Emile Gaboriau 
The Mystery of Orcival 
1887 
Fergus Hume 
The Mystery of a Hansom Cab 
1894 
Arthur Conan Doyle 
The Memoirs of Sherlock Holmes 
1895 
Arthur Machen 
The Three Impostors 
1899 
E. W. Hornung 
Raffles 
1902 
Arthur Conan Doyle 
The Hound of the Baskervilles 
1907 
Jacques Futrelle 
The Thinking Machine 
1907 
Maurice Leblanc 
The Seven of Hearts 
1909 
Gaston Leroux 
The Mystery of the Yellow Room 
1909 
Baroness Orczy 
The Old Man in the Corner 
1910 
A. E. W. Mason 
At the Villa Rose 
1911
G. K. Chesterton 
The Innocence of Father Brown 
1912 
R. Austin Freeman 
The Singing Bone 
1913 
E. C. Bentley 
Trent’s Last Case 
1914 
Ernest Bramah 
Max Carrados 
1915 
John Buchan 
The Thirty-Nine Steps 
1920 
Sapper 
Bull-Dog Drummond 
1922 
Edgar Wallace 
The Crimson Circle 
1922 
A. A. Milne 
The Red House Mystery 
1922 
Freeman Wills Crofts 
The Pit-Prop Syndicate 
1924 
A. E. W. Mason 
The House of the Arrow 
1926 
Agatha Christie 
The Murder of Roger Ackroyd 
1926 
C. S. Forester 
Payment Deferred 
1928 
S. S. Van Dine 
The Greene Murder Case 
1928 
Frances Noyes Hart 
The Bellamy Trial 
1928 
W. Somerset Maugham 
Ashenden 
1929 
Anthony Berkeley 
The Poisoned Chocolates Case 
1929 
H. C. Bailey 
Mr. Fortune Speaking 
1931 
Thomas Burke 
The Pleasantries of Old Quong 
1931 
Dashiell Hammett 
The Glass Key 
1931 
William Faulkner 
Sanctuary 
1931 
Francis Iles 
Malice Aforethought 
1931 
Hugh Walpole 
Above the Dark Circus 
1932 
Ellery Queen 
The Greek Coffin Mystery 
1933 
Dorothy L. Sayers 
Murder Must Advertise 
1933 
Ethel Lina White 
The Wheel Spins 
1934 
Margery Allingham 
Death of a Ghost 
1934 
James M. Cain 
The Postman Always Rings Twice 
1934 
F. Tennyson Jesse 
A Pin to See the Peep-Show 
1934 
Rex Stout 
Fer-de-Lance 
1935 
Ellery Queen 
The Adventures of Ellery Queen 
1935 
Ernest Raymond 
We, the Accused 
1935 
Dorothy L. Sayers 
Gaudy Night 
1935 
John Dickson Carr 
The Hollow Man 
1936 
Erle Stanley Gardner 
The Case of the Sleepwalker’s Niece 
1936 
Graham Greene 
A Gun For Sale 
1937 
Michael Innes 
Hamlet, Revenged! 
1937 
Jonathan Latimer 
The Lady in the Morgue 
1938 
Daphne du Maurier 
Rebecca 
1938
Philip Mac Donald 
The Nursemaid Who Disappeared (Warrant for X)
1939 
Eric Ambler 
The Mask of Demetrios 
1939 
Geoffrey Household 
Rogue Male 
1939 
Ngaio Marsh 
Overture to Death 
1940 
Raymonmd Postgate 
Verdict of Twelve 
1941 
Patrick Hamilton 
Hangover Square 
1941 
John Mair 
Never Come Back 
1942 
Cyril Hare 
Tragedy at Law 
1943 
Raymond Chandler 
The High Window 
1943 
Georges Simenon 
The Lodger 
1944 
Vera Caspary 
Laura 
1945 
Agatha Christie 
Death Comes as the End 
1945 
William Irish 
Phantom Lady 
1946 
Edmund Crispin 
The Moving Toyshop 
1946 
Helen Eustis 
The Horizontal Man 
1947 
Kenneth Fearing 
The Big Clock 
1947 
Edgar Lustgarten 
A Case to Answer or One More Unfortunate
1948 
John Franklin Bardin 
Devil Take the Blue-Tail Fly 
1948 
Roy Fuller 
With My Little Eye 
1949 
Roy Vickers 
The Department of Dead Ends 
1950 
Charlotte Armstrong 
Mischief 
1950 
Christianna Brand 
Cat and Mouse 
1950 
W. R. Burnett
The Asphalt Jungle 
1950 
Michael Gilbert 
Smallbone Deceased 
1951 
Victor Canning 
Venetian Bird 
1951 
Georges Simenon 
Maigret in Montmartre 
1951 
Josephine Tey 
The Daughter of Time 
1952 
John Bingham 
My Name is Michael Sibley 
1952 
Edward Grierson 
Reputation for a Song 
1953 
Raymond Chandler 
The Long Goodbye 
1953 
John Ross Macdonald
The Ivory Grin 
1953 
Hillary Waugh 
Last Seen Wearing… 
1954 
Ira Levin 
A Kiss Before Dying 
1955 
Margot Bennett 
The Man Who Didn’t Fly 
1955 
Michael Innes 
The Man From the Sea 
1955 
Margaret Millar 
A Beast in View 
1955 
Patrick Quentin
The Man With Two Wives 
1956 
Nicholas Blake
A Tangled Web 
1956 
Patricia Highsmith 
The Blunderer
1956 
Shelley Smith 
The Lord Have Mercy 
1957 
Stanley Ellin 
Mystery Stories 
1957 
Ian Fleming 
From Russia With Love 


2. La novela negra, según la BNE:

La novela policíaca: una introducción

La novela policíaca es un género narrativo en donde la trama consiste generalmente en la resolución de un misterio de tipo criminal. El protagonista en la novela policíaca es normalmente un policía o un detective, habitualmente recurrente a lo largo de varias novelas del mismo autor, que, mediante la observación, el análisis y el razonamiento deductivo, consigue finalmente averiguar cómo, dónde, por qué se produjo el crimen y quién lo perpetró. 
Está generalmente aceptado que, aunque sus antecedentes se remontan más atrás en el tiempo, el género policíaco como tal nació en el siglo XIX de la mano de Edgar Allan Poe, al crear al detective Auguste Dupin en su relato Los crímenes de la Calle Morgue.
Dupin fue el primer detective de ficción, el cual sirvió de modelo a Arthur Conan Doyle para dar vida al “más famoso detective de todos los tiempos”: Sherlock Holmes, que constituye por excelencia el protagonista arquetípico de las novelas policíacas. Doyle, junto a Agatha Christie, fundó lo que se conocería como la escuela británica de novela policíaca.
Con el paso de los años, la novela policíaca fue evolucionando hacia formas narrativas más complejas, la resolución del misterio planteado como un juego de lógica dejó de ser el objetivo principal de la obra, quedando en primer plano la denuncia social y un intento de comprender los conflictos del alma humana. Fue así como nació un subgénero dentro de la novela policíaca: la novela negra. La novela negra nació en EE.UU y los padres del género fueron Raymond Chandler y Dashiel Hammett, en cuyas obras se basaron algunas de las películas más representativas del cine negro americano como El halcón maltés o El sueño eterno.
El apelativo de “negra” se debió por un lado a los ambientes oscuros que reflejaban, pero sobre todo a que aquellos relatos se publicaron por primera vez en la revista Black Mask, creada en 1920 por H. L. Mencken y George Jean Nathan y en la Série Noire de la editorial francesa Gallimard nacida en 1945. Aquellas novelas marcaron un antes y un después en la forma de narrar el crimen.
A diferencia de los relatos británicos donde intervenían las clases sociales altas, los crímenes eran generalmente “refinados” y donde el culpable casi siempre era descubierto y castigado por la ley, en la novela negra americana se reflejan sobre todo los ambientes sórdidos de los bajos fondos y el héroe es un personaje cínico y desencantado que habitualmente está sin trabajo, no tiene un dólar en el bolsillo y debe hacer frente él solo, no solo al criminal, sino también a un poder establecido generalmente corrupto.
Aunque el detective o el policía siguen siendo el tipo de protagonista principal, aparecen novelas de crímenes narrados desde otros puntos de vista: a mediados de los años 50 Patricia Highsmith publica El talento de Mr. Ripley, la primera de una magnífica serie de novelas que narran las peripecias de Tom Ripley, un estafador que suplanta a las personas a las que asesina.
Aunque la novela negra sufrió una época de crisis en los años 60, desde los 80 hasta nuestros días han seguido apareciendo grandes figuras que han mantenido vivo el género: Julian Symons, PD. James, Ruth Rendell y más recientemente Henning Mankell, Fred Vargas, Andrea Camilleri o Donna Leon entre otros. En España también merecen especial mención Manuel Vázquez Montalbán, Francisco García Pavón, Juan Madrid y Andreu Martín y más recientemente Lorenzo Silva o Alicia Giménez Bartlett.
Hoy puede decirse que el género está más vivo que nunca, debido sobre todo al boom de la novela policíaca nórdica y al éxito de la saga Millenium. Otros géneros narrativos muy próximos son la novela de espionaje o la de terror.
En palabras de Holmes: The game is afoot  [Empieza el juego].

3. Tipos de novela negra:

  • Novela de acción con el detective como protagonista.
  • Novela desde el punto de vista del criminal.
  • Novela desde el punto de vista de la víctima.
  • Novela desde el punto de vista del juez.
  • Hardboiled o hard-boiled: subgénero literario de la ficción policíaca que se distingue de la novela negra por presentar una gran cantidad de escenarios en los que intervienen componentes de extrema violencia, asesinatos y distintos contextos eróticos.

4. Algunos detectives famosos: La lista completa detectives de ficción es inmensa. Muchos de ellos se adaptan bien a la novela y allí están representados, pero los hay también en muchas series de televisión, así como en el cine y en los comics. Por lo general, los detectives o investigadores de ficción son asimilables a uno de los siguientes cuatro arquetipos:
Famosos detectives de ficción y sus respectivos creadores son:


4. El problema del mal.

- William Shakespeare, Othello (1604),  acto V,  escena II


LODOVICO  [To Iago]                         O Spartan dog,
                       More fell than anguish, hunger, or the sea,
                       Look on the tragic loading on this bed:
                       This is thy work. The object poisons sight;
                        Let it be hid.


LUDOVICO  [A Yago]
Y, tú, perro;
Cruel, más que el dolor, el hambre o el mar;
Mira lo que soporta ese tálamo de tragedia.
Esa es tu obra, que los ojos llena de veneno.
¡Cubridlos!



 - William Blake, Cómo distinguir amor de engaño [Poemas manuscritos, 1793]

Amor no ve jamás ninguna falta
y se demora siempre en la alegría;
libre, alado, no gusta de la ley
y rompe las cadenas de la mente.
Mas Engaño reside en el secreto,
cauto, fino y amante de la ley;
lo que no es interés no le interesa
y forja los grilletes de la mente.



-  Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas (1899)

“¡El horror! ¡El horror!”

-  Kazuo Ishiguro revela las múltiples caras del mal en una novela de detectives,            EL PAÍS, 21- SEP- 2001

 Kazuo Ishiguro, nacido en Japón aunque reside en el Reino Unido desde su infancia, crea en Cuando fuimos huérfanos una historia de detectives que también le sirve para ironizar sobre la novela de misterio de Agatha Christie en la que el mal se simplifica y personaliza en un solo criminal. 'La II Guerra Mundial llevó a la gente a comprender que la naturaleza del mal es mucho más complicada que todo esto, el riesgo que se corre ahora es pretender volver a la filosofía del enemigo personificado en una sola figura', dijo el escritor al referirse a los últimos atentados terroristas en Estados Unidos.


- Mario Vargas Llosa, Lisbeth Salander debe vivir, EL PAÍS, 6-9-2009

He leído Millennium con la felicidad y excitación febril con que de niño leía a Dumas o Dickens. Fantástica. Esta trilogía nos conforta secretamente. Tal vez todo no esté perdido en este mundo imperfecto.
Comencé a leer novelas a los 10 años y ahora tengo 73. En todo ese tiempo debo haber leído centenares, acaso millares de novelas, releído un buen número de ellas y algunas, además, las he estudiado y enseñado. Sin jactancia puedo decir que toda esta experiencia me ha hecho capaz de saber cuándo una novela es buena, mala o pésima y, también, que ella ha envenenado a menudo mi placer de lector al hacerme descubrir a poco de comenzar una novela sus costuras, incoherencias, fallas en los puntos de vista, la invención del narrador y del tiempo, todo aquello que el lector inocente (el "lector-hembra" lo llamaba Cortázar para escándalo de las feministas) no percibe, lo que le permite disfrutar más y mejor que el lector-crítico de la ilusión narrativa.
¿A qué viene este preámbulo? A que acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas críticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia, leyendo los tres voluminosos tomos de Millennium, unas 2.100 páginas, la trilogía de Stieg Larsson, con la felicidad y la excitación febril con que de niño y adolescente leí la serie de Dumas sobre los mosqueteros o las novelas de Dickens y de Victor Hugo, preguntándome a cada vuelta de página "¿Y ahora qué, qué va a pasar?" y demorando la lectura por la angustia premonitoria de saber que aquella historia se iba a terminar pronto sumiéndome en la orfandad. ¿Qué mejor prueba que la novela es el género impuro por excelencia, el que nunca alcanzará la perfección que puede llegar a tener la poesía? Por eso es posible que una novela sea formalmente imperfecta, y, al mismo tiempo, excepcional. Comprendo que a millones de lectores en el mundo entero les haya ocurrido, les esté ocurriendo y les vaya a ocurrir lo mismo que a mí y sólo deploro que su autor, ese infortunado escribidor sueco, Stieg Larsson, se muriera antes de saber la fantástica hazaña narrativa que había realizado.
Repito, sin ninguna vergüenza: fantástica. La novela no está bien escrita (o acaso en la traducción el abuso de jerga madrileña en boca de los personajes suecos suena algo falsa) y su estructura es con frecuencia defectuosa, pero no importa nada, porque el vigor persuasivo de su argumento es tan poderoso y sus personajes tan nítidos, inesperados y hechiceros que el lector pasa por alto las deficiencias técnicas, engolosinado, dichoso, asustado y excitado con los percances, las intrigas, las audacias, las maldades y grandezas que a cada paso dan cuenta de una vida intensa, chisporroteante de aventuras y sorpresas, en la que, pese a la presencia sobrecogedora y ubicua del mal, el bien terminará siempre por triunfar.
La novelista de historias policiales Donna Leon calumnió a Millennium afirmando que en ella sólo hay maldad e injusticia. ¡Vaya disparate! Por el contrario, la trilogía se encuadra de manera rectilínea en la más antigua tradición literaria occidental, la del justiciero, la del Amadís, el Tirante y el Quijote, es decir, la de aquellos personajes civiles que, en vista del fracaso de las instituciones para frenar los abusos y crueldades de la sociedad, se echan sobre los hombros la responsabilidad de deshacer los entuertos y castigar a los malvados. Eso son, exactamente, los dos héroes protagonistas, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist: dos justicieros. La novedad, y el gran éxito de Stieg Larsson, es haber invertido los términos acostumbrados y haber hecho del personaje femenino el ser más activo, valeroso, audaz e inteligente de la historia y de Mikael, el periodista fornicador, un magnífico segundón, algo pasivo pero simpático, de buena entraña y un sentido de la decencia infalible y poco menos que biológico.
¡Qué sería de la pobre Suecia sin Lisbeth Salander, esa hacker querida y entrañable! El país al que nos habíamos acostumbrado a situar, entre todos los que pueblan el planeta, como el que ha llegado a estar más cerca del ideal democrático de progreso, justicia e igualdad de oportunidades, aparece en Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, como una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, los psiquiatras torturan, los policías y espías delinquen, los políticos mienten, los empresarios estafan, y tanto las instituciones y el establishment en general parecen presa de una pandemia de corrupción de proporciones priístas o fujimoristas. Menos mal que está allí esa muchacha pequeñita y esquelética, horadada de colgajos, tatuada con dragones, de pelos puercoespín, cuya arma letal no es una espada ni un revólver sino un ordenador con el que puede convertirse en Dios -bueno, en Diosa-, ser omnisciente, ubicua, violentar todas las intimidades para llegar a la verdad, y enfrentarse, con esa desdeñosa indiferencia de su carita indócil con la que oculta al mundo la infinita ternura, limpieza moral y voluntad justiciera que la habita, a los asesinos, pervertidos, traficantes y canallas que pululan a su alrededor.
La novela abunda en personajes femeninos notables, porque en este mundo, en el que todavía se cometen tantos abusos contra la mujer, hay ya muchas hembras que, como Lisbeth, han conquistado la igualdad y aun la superioridad, invirtiendo en ello un coraje desmedido y un instinto reformador que no suele ser tan extendido entre los machos, más bien propensos a la complacencia y el delito. Entre ellas, es difícil no tener sueños eróticos con Monica Figuerola, la policía atleta y giganta para la que hacer el amor es también un deporte, tal vez más divertido que los aerobics pero no tanto como el jogging. Y qué decir de la directora de la revista Millennium, Erika Berger, siempre elegante, diestra, justa y sensata en todo lo que hace, los reportajes que encarga, los periodistas que promueve, los poderosos a los que se enfrenta, y los polvos que se empuja con su esposo y su amante, equitativamente. O de Susanne Linder, policía y pugilista, que dejó la profesión para combatir el crimen de manera más contundente y heterodoxa desde una empresa privada, la que dirige otro de los memorables actores de la historia, Dragan Armanskij, el dueño de Milton Security.
La novela se mueve por muy distintos ambientes, millonarios, rufianes, jueces, policías, industriales, banqueros, abogados, pero el que está retratado mejor y, sin duda, con conocimiento más directo por el propio autor -que fue reportero profesional- es el del periodismo. La revista Millennium es mensual y de tiraje limitado. Su redacción, estrecha y para el número de personas que trabajan en ella sobran los dedos de una mano. Pero al lector le hace bien, le levanta el ánimo entrar a ese espacio cálido y limpio, de gentes que escriben por convicción y por principio, que no temen enfrentar enemigos poderosísimos y jugarse la vida si es preciso, que preparan cada número con talento y con amor y el sentimiento de estar suministrando a sus lectores no sólo una información fidedigna, también y sobre todo la esperanza de que, por más que muchas cosas anden mal, hay alguna que anda bien, pues existe un órgano de expresión que no se deja comprar ni intimidar, y trata, en todo lo que publica e investiga, de deslindar la verdad entre las sombras y veladuras que la ocultan.
Si uno toma distancia de la historia que cuentan estas tres novelas y la examina fríamente, se pregunta: ¿cómo he podido creer de manera tan sumisa y beata en tantos hechos inverosímiles, esas coincidencias cinematográficas, esas proezas físicas tan improbables? La verosimilitud está lograda porque el instinto de Stieg Larsson resultaba infalible en adobar cada episodio de detalles realistas, direcciones, lugares, paisajes, que domicilian al lector en una realidad perfectamente reconocible y cotidiana, de manera que toda esa escenografía lastrara de realidad y de verismo el suceso notable, la hazaña prodigiosa. Y porque, desde el comienzo de la novela, hay unas reglas de juego en lo que concierne a la acción que siempre se respetan: en el mundo de Millennium lo extraordinario es lo ordinario, lo inusual lo usual y lo imposible lo posible.
Como todas las grandes historias de justicieros que pueblan la literatura, esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no todo esté perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó, porque, acaso, allá, entre la "muchedumbre municipal y espesa", haya todavía algunos quijotes modernos, que, inconspicuos o disfrazados de fantoches, otean su entorno con ojos inquisitivos y el alma en un puño, en pos de víctimas a las que vengar, daños que reparar y malvados que castigar. ¡Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander!

- Lorenzo Silva,  Montañas rusas, no, gracias, EL PAIS, 7-1-2015

Quienes escribimos ficciones somos lectores complicados de las ficciones ajenas (y también de las propias, pero esa es otra historia). Cada uno tiene sus reglas de suspensión de la incredulidad, pero quien asume como empeño habitual ese objetivo acaba desarrollando sus intransigencias. He aquí una de las mías: detesto las montañas rusas cuando salen de su ámbito natural (los parques de atracciones, urdidos para sobresaltar al ciudadano de vida rutinaria) y se trasladan a la narración, y más en concreto a la narración de corte negro, criminal o policial. La sobrevaloración de la sorpresa (no digamos de las sorpresas en cascada, o en cascada interminable), la apuesta reiterada por la hiperviolencia, el sadismo o lo monstruoso, obran en este lector que ahora escribe un efecto de distanciamiento casi instantáneo. Y cuando el carrusel se desarrolla en un bucólico entorno rural de tan sólo unos cientos de habitantes, o en un país cuyos índices de violencia homicida son insignificantes (en nuestro propio país, cuya capital puede cerrar el año con no más de treinta o cuarenta homicidios, la mayoría en el ámbito familiar), mi desconexión es casi total. Y sin embargo, por aquí parece ir la moda: la novela negra como sucursal de la industria del espectáculo, o como videojuego de sucesivas pantallas.
Sin negarles legitimidad a estos experimentos (se la dan sus lectores), prefiero apostar por una novela negra diferente, que sirva no sólo como artefacto narrativo y de entretenimiento (que también) sino como herramienta de conocimiento del mal que anida en nosotros y nuestras sociedades, y de cómo le hacemos frente. Un mal mucho menos pirotécnico, y unos héroes mucho menos acrobáticos. Ese mal, más mugriento que diabólico, es al que hemos de temer. Y esos héroes, más funcionales que épicos, son todo lo que se interpone en su camino.

- Berna González Harbour, Mapamundi sin tesoro, EL PAIS, 7-1-2015

Contemplar el atardecer sobre un lago de Chicago y añorar el otoño que no volverás a ver porque estás muerto es el plan perfecto para días imperfectos. El plan virtual. Y no es tan difícil de lograr: se trata de aislarse, abrir una novela atrapadora como La mujer de un solo hombre y dejarse llevar hasta ese lago en una burbuja plácida que vuela sin ruido de motor. El libro de A.S.A Harrison (Salamandra) es una de esas joyas de la novela negra que te vuelve a reconciliar con el género si es que algún día lo abandonaste. Lo sé, fue por necesidad, no por hartazgo, porque había que volver a las verduras y la dieta sana y aparcar el chocolate. Por aquello de cuidar el amor y la amistad, no la pasión. ¡Ay!
Novela negra es evasión, pasión, es encajar en un canon y dejarse llevar por la corriente sabiendo que te esperan los rápidos más intensos y la calma posterior. Pero no solo. Es también viajar con la paleta de colores en la mano para dibujar un mapamundi donde sabes de antemano 1) que nunca habrá tesoro sin fango y 2) que siempre será negro. De libro en libro, de casilla en casilla y tiras porque te toca, saltarás del Chicago en apariencia apacible de Harrison a la Francia cuadriculada y salvaje que recorre la enloquecida Sophie de Lemaitre en Vestido de novia (Alfaguara) o la Escocia oscura de McIlvanney en Laidlaw (RBA). Como antes la Grecia de Markaris, los EE UU de Connelly o la Irlanda de Black.
Pero en este juego, a diferencia del de la oca, ya lo advierto, cada casilla te engañará: parecerá un paraíso donde ganar puntos para saltar a la siguiente, y en cada una te esperará solo la cárcel, las rejas, los grilletes. El mal. Y además disfrutarás. Tras las apariencias estará el dolor, la locura disfrazada de amabilidad, la ira oculta. Y cuanto más luminoso parezca tu mapa, más enfangado estarás. Porque en el fondo, todo será real. Entonces será el momento de volver a la dieta de verduras. ¡Ay!

5. Léo Malet y París.
Leo Malet nació en Montpellier en 1909 y murió en 1996. Con apenas 16 años se instala en París en donde hace varios trabajos para ganarse la vida: cantante de cabaret, vendedor de periódicos, obrero de fábrica, negro de un periódico, extra de cine pero su afición es escribir y publica poesías y artículos en varias revistas anarquistas.
En 1931, conoce a André Breton y Paul Èluard e inicia amistad con el grupo de los surrealistas hasta 1940.
Durante la guerra, en 1941, le encarcelan durante ocho meses en Alemania y cuando vuelve empieza a colaborar con la editorial Gallimard en una nueva colección de novelas policíacas. En aquellos momentos estaba prohibido traducir novelas norteamericanas y los editores publicaban historias parecidas pero de autores franceses. Leo Malet firmó varias novelas de ese tipo bajo los seudónimos de Franck Harding y Leo Latimer.
Pero su estilo propio estalla en 1943 con la novela "120, Calle de la Estación" y la creación del personaje de Nestor Burma, detective privado.
En 1954 Leo Malet inició un proyecto muy ambicioso: Los Nuevos Misterios de París, reescritura en el género negro de Los misterios de París (1843), folletín decimonónico de Eugène Sue. Se trataba de escribir veinte novelas, una por cada distrito parisino. No pudo llevar a cabo este proyecto pero publicó 15 novelas que dan una imagen de París tal y como lo conoció el autor:
  • distrito 1: un paseo a través del antiguo mercado de mayoristas de París para investigar el tráfico de cuadros.
  • distrito 2: el barrio de los tejidos y de la prensa y una fábrica de moneda falsa.
  • distrito 3: entre los hoteles históricos y los talleres de los artesanos tradicionales, fundido de joyas robadas para venderlas.
  • distrito 4: el barrio judío, el mundo peculiar de la Isla San Luis, las prostitutas y los chulos de la Calle des Lombards y un botín que pasa por un antiguo escondite judío.
  • distrito 5: el barrio de los estudiantes, la colina de Santa Geneviève y un aborto clandestino que acaba mal.
  • distrito 6: Saint Germain des Prés, sus escritores, sus sótanos, el jazz, unas joyas robadas y una compañía de seguros que ofrece una prima.
  • distrito 8: los Campos Eliseos, el mundo del cine y de la noche con tráfico de droga.
  • distrito 9: los grandes almacenes, el comercio de lujo y el tráfico de diamantes y joyas rusas provocando chantajes.
  • distrito 10: los pasajes cerca de la calle Saint-Denis, el music-hall, los actores y una asociación de admiradoras de un cantante que encubre trata de blancas.
  • distrito 12: entre la plaza de la Nación y los almacenes de vino de Bercy, lingotes robados en el sur de Francia que viajaron en vagones de vino.
  • distrito 13: el barrio de las fábricas, de los traperos, de los anarquistas, del Ejército de Salvación y el botín de la lucha armada.
  • distrito 14: las casas de artistas, el depósito de Montsouris y un juez jubilado que recorre las catacumbas buscando el tesoro de un ladrón que mandó a la cárcel de "La Santé".
  • distrito 15: la fábrica Citroën y los hoteles superpoblados albergando a los obreros norteafricanos con tráfico de armas para el FLN.
  • distrito 16: la alta burguesía parisina, su miedo al escándalo y las horas negras con el tesoro de guerra de la Gestapo.
  • distrito 17: industria del automóvil, edificios raros, mujeres galantes y contrabandistas que usan un submarino.
La publicación de estas novelas se termina en 1959. Después Leo Malet publica otras historias de Nestor Burma pero ya no forman parte de los Nuevos Misterios. En 1982 su obra empieza a ser conocida entre el gran público gracias a una película sobre la novela del distrito 12 y también porque el dibujante Jacques Tardi hace una adaptación al cómic de la novela del distrito 13.



6. Niebla en el puente de Tolbiac (1956).

- Pertenece a la segunda etapa de la novela negra francesa en la que, después de la novela de enigma y por influencia americana, este género se vuelve más sórdido abandonando el salón y reflejando el otro París (distrito 13, barrio obrero) que se convierte en el protagonista real.
- Como consecuencia de este cambio, el detective es un personaje más rudo en su lenguaje, en sus formas y en sus métodos rozando en ocasiones la legalidad.
-  Ambientación en un París de bajos fondos y barrios marginales.
-  La trama es sencilla: hay una vuelta al pasado necesaria para resolver los crímenes con un desenlace previsto no así el final – muerte de la gitana.
-  La muerte de una mujer bella, influencia de Poe.
- Introduce  cuestiones políticas con alusiones a hechos históricos y ambientes anarquistas que el propio Malet conocía bien.
- También introduce personajes de otras etnias (magrebíes, gitanos) y prejuicios raciales con comentarios “fuertes” al respecto (en el caso de los magrebíes debido a la guerra con Argelia).
- Protagonistas típicos del género: detective y policías torpes, personajes fracasados, solitarios, primarios pero con un sentido innato de la justicia.
-  Critica social a la corrupción de determinados estamentos.
-  Excelentes descripciones del París no turístico creando una atmósfera de caos, soledad e incomunicación.
-  Lenguaje seco y popular.











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